23 mayo 2007

capítulo 44

DE ALA ANCHA Y PICO



Domingo de misa.
La aldea en el repicar de las doce.
Luciendo sus mejores galas en un ir venir de compases.
Los pies enfundados en bellos zapatos de satén negro ellos y amarillos ellas.
Sombreros de ala ancha y pico en avalancha humana. Formas extrañas en un continuo ir y venir- El baile apocalíptico de un domingo cualquiera-.
Las perfumadas mujeres en un baile de pestes sonriendo en su mirar a las demás con envidias latentes.
Ellos escondiendo su vergüenza muy a su pesar.
Domingo de eucaristía y también de confesar.

Tan sólo un hombre podía ser el padre, pero todos ellos parecían esconder la vergüenza del bastardo. Un enjambre de padres acaso en un horizonte no tan lejano.

¿Una ninfomana en la aldea?

Si de ellos dependiera nadie lanzaría la primera piedra.
Todos en comunión irían a confesión.
La razón del sexo no es obstáculo para lechos ajenos y menos cuando todos lo echaban de menos.

Elena cegaba y todos lo sabían- con ella jamás fornicarían-.

El cura recitaba con ojos ofuscados. Buscaba rostros del pecado entre los haya congregados. Los allí presentes con sus cabezas gachas y las damas mirando en su rededor con desconfianzas varias.

El cura recitaba y miraba.
Las damas desconfiadas.

Mientras, en la oscuridad de una alcoba, Elisa en un precipitar de llanto y carnes. Sor Monja afanada en sus tareas de remiendo y Don Alfonso, el alcalde, gordo y ciego en perdido diván de un mundo nuevo.

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