15 mayo 2007

capítulo 28

DE OJOS PECULIARES



Si de aquellos misterios vinieron estos lodos o fuera al revés no es cuestión ahora.
Desavenencias y demás propósitos individuales exasperaban a Padre Prior.
Buscaba el bien común con ironía y presencia. No le perturbaba aquello que escuchara y, por más que en su caminar hubiera podido comprar un par de cajas más, nada turbó su verdadero quehacer.
Jengibre en el desayuno y una hogaza de pan le sirvieron de alimento esa fría mañana.

En su cada vez más cansino caminar encontró un viajero que como él, en solitario marchaba. Se hacía llamar Bizcocho. Era de ojos peculiares. Cada uno de ellos miraba a un lado y pensaba que de alguna manera sus progenitores lo hicieron a idea- tanto a él como su propio nombre-.
Era meticuloso y sagaz y no había conejo o liebre que se escapara a sus despistados ojos. Con uno lo marcaba y con otro lo perseguía por donde fuere.

Conejo y liebre comieron y otro par en el zurrón dispusieron.


Sus progenitores vivían en las afueras de los poblados. Apenas sin dinero y tierras que cultivar, su sustento eran los pequeños animalillos que pudieran encontrar. Es por ello que pensaron en hacer un hijo con peculiaridades. Así lo hicieron.
Cerraron los ojos al fornicar y pensaron en alguna peculiaridad.

A los 14 meses de gestación nació. Fueron esos ojos despistados lo principal. De color pardo uno, verde el otro para poder despistar.


De la otra peculiaridad, siempre habrá tiempo de hablar.

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