18 mayo 2007

capítulo 35

COLAPSO

En carroza tirada de seis preciosos caballos.
Bajó del estribo como quien bajara de palaciega escalinata.
La muchedumbre se agolpaba frente a ella en ademanes seductores.
Con un tocado acaso principesco y ataviada con ricas sedas.
Una pequeña cortina transparente negra tamizaba su rostro.

El bibliotecario la miró de perfil. Creía conocer aquella fantasmal aparición. Una mirada de soslayo y otra frontal.
Sor Monja en ceñido camisón corrió hacia ella.-bendito resbalón-.

Sor Monja con sus rodillas en sangre, gritó.

Caballos de color blanco y crin negra.
Veloces cual viento del norte, bellos cual aurora boreal.

Tamizada por cortina y sin ella apartar, recogió a Sor Monja del suelo no sin antes escuchar su palpitar.
Era acelerado y cortante.
Un dolor desvanecido al ver el rostro.
Una sangre congelada en su precipitar.

El precipicio de una vida pasada. El devenir de una futura. La unión de las dos en una. Un colapso.

Complicado de entender en un primer momento y es de razón explicar.
Era dama de otras tierras; de aires frescos y sin poder su rostro todavía adivinar.

-Levanta hermana, te he venido a buscar-.
Sor Monja no se lo podía explicar. Recién llegada la misiva de su hermana estaba.
Frente a frente -en perfil perfecto- se miraron. Un abrazo y unas lágrimas siguieron entre ellas y más abrazos para los ojos vidriosos ocultar.

La sangre congelada en sus rodillas; ojos inundados de pasado; sonrisa de un presente.

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