08 mayo 2007

capítulo 18

CONTRUYENDO EL MITO



Entró en el la frutería de manera extraña. Sus ojos disimulaban lo extraño a la vez que denotaban cierta misoginia.
Jengibre para comer y un trozo de pan- Padre Prior había vuelto-.

Tomó sus precauciones antes de salir. Miró de soslayo a la frutera de manera tenaz y con falta de ambigüedad.
Apenas habían pasado escasos dos instantes y Padre Prior ya odiaba a esa pequeña y gorda mujer de edad indeterminada.

Fuera, el Pela, lo esperaba con ademanes taurómacos a la vez que cantaba en silencio canciones aprendidas en su largo peregrinar. Casi todas ellas hablaban de bellas doncellas de lugares recónditos desesperadas por encontrar el amor verdadero.

El Pela entonaba, el Pela su cabello desmelenaba…

Padre Prior salió raudo sin apenas despedirse de aquella mujer.
Tomó en sus manos lo comprado y partió hacia la cercana posada de Padre Osvaldo.
Osvaldo-pues así lo llamaremos- era antiguo amigo de la infancia. De características peculiares y modales exquisitos.
Nariz… aguileña y a falta de mentón, una grulla -lo más parecido a él-.
Manos huesudas en su vértice y rechonchas el resto- acaso difícil de imaginar-.

Navidad en las montañas, seis meses de largo peregrinar…

Entraron bajo capas de cartón dirigiendo miradas a cada lado de manera que cada movimiento era analizado en cada instante. Los pies del Pela y Padre Prior discurrían en paralelo y al unísono. Con el pie derecho apuntaban la punta del pie al izquierdo y de manera casi imperceptible hacían lo mismo con el izquierdo, pero éste, a una velocidad endiablada.
El Pela movía su cabeza en contra de lo previsto- imperceptible para los no iniciados-.
Padre Prior contaba con ello así que se limitó a descambiar los pies.

Nieve en las montañas… navidad en el camino, pájaro de pico resfriado.

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