09 mayo 2007

capítulo 24

DE NORTE A SUR, DE ESTE A OESTE



El Perimetral encontró la alegría de un niño en el caos.
El pueblo sollozaba y él se alimentaba de la desgracia ajena.
Relacionaba cuestiones impías con el alma de los presentes. Una locura, una desazón clandestina.
Sor Monja comenzó una penitencia en vano y Maese el Perfumador se afanaba en encontrar aquel olor que espantara esos seres venidos de antiguos mitos y leyendas que se habían hecho realidad en un mundo como este.

Maese el Perfumador aplicó jengibre y un poco de pan a dulces frascos embriagadores y, con ardor, dispuso de alambique que lo restregara.
Haciendo acopio de cuantas bolsas de racimo disponía, comenzó a expandirlo a través del pueblo.
De norte a Sur y Este a Oeste el poblado quedó barnizado por el olor.

Los monos ofuscados, los monos enojados.
El Perimetral parapetado.


Sor Monja cejó en sus vanos rezos y el bibliotecario encendió por fin el antiguo escritorio.
En él podían verse distintas anotaciones latinas y griegas.
Informes de viajes pasados unidos por cuerdas entre sí.
Fue un ir y venir constante. Anotaciones que ampliaba de una manera febril.
Apenas unos segundos bastaban para ver al bibliotecario en un lado o en otro de aquella estancia tan particular. Anotaba en pequeños espacios en blanco y en cualquier resquicio que tuviera preparado par tal fin.
Al cabo de unos minutos de frenética ida y vuelta el bibliotecario desvaneció.


Mientras, en las calles, las gentes dejaban caer los monos al suelo.
El Perimetral huía y Sor Monja a Pinto da Costa acudía.
Una mañana loca, un oscuro aparecer, una huída al pasado.

El mito, la leyenda, se hizo real aquella mañana.

…guardemos respeto por ellos pues…

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me gustaría haber entendido algo de lo que escribes, asi podría comentar... ;o)

Fdo.: la "propietaria" del bombón del peto tirolés