23 mayo 2007

capítulo 42

REMIENDOS DE SEDA


El ala norte era un mundo sin igual.- Por respeto, no hablaremos jamás-.
Pero era un mundo sin igual – insisto-.

Sor Monja y su hermana Elisa en mundos contrarios.
Elisa, pues así le pusieron, transeúnte en sus mundos. Sus tocados y sedas preparadas y bien dobladas en gran armario singular. De proporciones inmensas y cajoneras múltiples. En unos las fajas y en otros medias de colores en un número sin igual.
Sor Monja, una pequeña cómoda de raíz con dos vestidos negros, calzas beige y corsé de campo.

De maitines plegarias una y paseos otra.
En los ocasos plegarias una y paseos la otra.
Y en la noche, la una fregando, la otra frotando.
Elisa embarazada y el hijo del bibliotecario ya no estaba.
Elisa en nausea y Sor Monja en encrucijada.

Pronto corrió la voz por la aldea.
Los paseos fueron a menos y cuando los había, nauseas y vómitos mezclaba.

La aldea en sospecha, la aldea le acecha.

Sor Monja cosía y remendaba las sedas de su hermana. Sus proporciones crecían a la vez que las semanas pasaban.
Elisa en llanto-como su hermana-.

La plaza como principal estación del cotilleo en cuestión.
Los hombres sonrojados por sus vergüenzas y las damas en duda continua mirando alrededor.
Ironías y sospechas de la vida en una plaza.
Miradas agitadas de un lado a otro.
Y mientras, en una oscura habitación, la verdad escondida en el corazón.

Sor Monja en plegaria y remiendo…
Elisa, con secreto en su corazón…

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