17 mayo 2007

capítulo 31

REYES GITANOS


Caminando por la calle yo le vi.
Caminando por la calle yo le vi.

Un comienzo de trovador. Una canción de amor.
Alfonsina respiró hondo. Frente a ella, un hombre.
De unos treinta cumplidos y con sombrero de pico.
Aromas del norte en sus vestiduras y calzado de tierra, mar y aire.
Sus ojos clavaron los de él como martillos azotaban los cuerpos de las mujeres en su atravesar. Francisco de nombre -con apellido un tanto holgazán-.
De puertos lejanos adivinaba que hablaba y de su rápido regresar.

Alfonsina en un teatro de sueños
Corazón roto en su caminar.

Caminando por la calle yo le vi.
Caminando por la calle yo le vi.

De buen cumplir estaba y en ello se acercó saludando con sonrisa puesta y sin camisón.
- Buen día tenga señor, ¿acaso es soldado de profesión?-fueron sus primeras tímidas palabras.
-¡LOZANÁ!- le espetó éste.
El tono del hablar la dejó sin palabras. Corrió cual gamo por pradera con los hijos en el regazo y llegó a casa sollozando cual niño de ajustada edad.

Caminando por la calle yo le vi.
Caminando por la calle yo le vi.

Alfonsina desdichada
En el suelo un corazón de cera atravesado vio
Alfonsina desdichada
Gotas de cera en una habitación.

Los unidos lloraban junto a madre necesitada –monstruoso-.
El hambre -o quizá un más hondo pesar- hacían mella en tan insignificantes bastardos. Una madre destruida por el amor y la belleza.
Una madre sin más lágrimas que dar.




Canciones de un sueño y un despertar...

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