Y DE NOMBREEl niño sin nombre crecía al natural.
Sus tres años, sus diez dedos en las manos.
Los pies rechonchos y de diez; dos ojos hermosos a cada lado de una diminuta nariz y un lunar.
Del diente ni hablar, que es particular. Largo, horizontal y brujulero.
Elisa lo quería como a un hijo- curioso al ser propio- y lo mimaba con la astucia de una madre que veía en él algo particular.
Quizá fuera el diente, quizá nos miente – rima inconsciente-.
Tanto lo quería que una cosa decidió.
-Este hijo debería de tener un nombre. Tu qué crees hermana?-
-Es hora ya, su pobre hermano hace tres que murió. Está muerto y enterrado, olvidado.-
.Así es, ya casi ni lo recuerdo. Seguro que era feo.-
-Feo no, extraño. Recuerda que estaba pegado-
-Lo se, esas cosas no se olvidan-
-Ya, pero tú tienes una memoria…-
-Y qué nombre?-
-Por votación -
-Qué gran saber guardas hermana, así lo haré-.
Al niño sin nombre de diente brujulero le van a poner nombre nuevo.
Y allá que van unos y vienen otros.
El nombre en el ayuntamiento,
el niño sin nombre, un gozo.