03 marzo 2008

Treinta + ocho

BUENAS NOCHES


-¿Ya ha pasado un día?-
-No, es que he vuelto-
-Y qué nos vas a contar ahora, la extracción?-
-No es mi intención, escuchad-
Cuando María se hubo marchado, la seguí con mi mirada a través de la ventana. Andaba como las princesas de cuento, flotaba sobre la tierra como los espíritus fluyen a nuestro alrededor. Su lejanía angustiaba mi corazón que, en su palpitar, recordaba su ausencia. Esperé una mirada, no la hubo.
El corazón me dolía, el pensamiento me angustiaba.
El pájaro negro me retiró su mirar. Todavía sigo pensando que quiso dejarme sólo en mi angustia. Yo no era el hombre al cual vigilar, ni al cual pervertir sus sueños.
A lo lejos, en la oscuridad, bajo el halo de luz de un pequeño farol, Carlo asintió con la cabeza y saludó con la mano.
Cerré las ventanas. El viejo, sentado en el sofá con el libro en sus manos, Locuelo, a su lado.

-El amor también es sufrimiento, has de conquistarlo, no esperar que llegue a ti como la fruta cae del árbol-

Escuché sus palabras, puse mi mano sobre su hombro y me retiré a esperar un nuevo día.
El pájaro negro para entonces ya había girado su cuerpo. De ladín, observaba impávido los movimientos del viejo…
A lo lejos, un viejo piano tocaba mi sueño, acompañaba mi dolor.


Treina + siete

EL ROCE


Locuelo me miraba con carita.
Yo, lo miraba con resignación en mi rostro.
Lunes molar.
Nueva extracción, quizá la última.
Recuerdo los sudores, el pavor en mi rostro.
Acaricié a Locuelo con mano temblorosa. Él, se dejaba hacer.
Sentado en el butacón, el viejo pasaba de mi angustia como quien se distrae con el vuelo de una pluma en el viento.
En mis dedos el corazón, en el corazón un vacío.
Unas manos suaves acariciaron mi rostro. Las agarré con cuidado llevándolas a mis labios para besarlas. Las mantuve junto a mí durante unos instantes para dejarlas caer. No cayeron, se agarraron a mí con más fuerza si cabe y entonces note el roce de su pelo en mi rostro.
Besó mi mejilla, cerré los ojos y, suspiré.
Lunes molar, sin más sueño que muera y un nuevo amanecer. Sin dolor, angustia ni duelo.
-Y las manos de ella sobre ti-
-Y el roce de su pelo, sus besos, caricias y… esa sonrisa-
-¡Madre mía!-
Hasta mañana.

29 febrero 2008

Treinta +seis

PEQUEÑA REFLEXION


-¿María una ilusión? No se, supongo que en ella veía lo mejor de cada persona que he conocido en mi vida; de las que he querido y querré por el resto de mis días.-
-Eso es jodido-
-Lo se, pero va con mi persona, nunca dejas de querer a quien has amado-
-Yo sí-
-Pues yo no-
-Vaya, toca capítulo farragoso-
- No se, estas cosas salen así, vienen de pronto, sin avisar.-
-¿Melancolía?-
-No se, quizá emoción-

28 febrero 2008

Treinta + cinco

SIN NOMBRE Y YA...


Un pajarito asomó su rechoncho cuerpo a través del ventanal. Gatuno, ágil él, de un salto de postgrado se lo comió. Una pluma en su boca, más no quedó.
-Pobre pájaro-
-Pobre sí, pero habéis de entender que es la ley de la oferta y la demanda-
Sin nombre todavía y muerto ya.
María lo miró con esa dulzura de ojos cuando te dice adiós. Nada que hacer por él.
Engullido en archipiélagos de ácido, alimento para otros que necesitan del comer como el humano para sobrevivir.
-¿Era mono?-
-No, he dicho que era un pájaro rechoncho. Apenas pude ver nada más de él-
El momento me aturdió y prometí que, mi casa, mis ojos, no serían por más tiempo testigo de la muerte, de la ley de la tierra, del ocaso de una vida.
Mandé a Carlo a comprar un desmigador que, ocioso él, no cesaba en el intento de ver más allá del vestido ajustado de María.
Partió por el tejo, un tanto a regañadientes y apareció en minutos con el objeto en cuestión.
Un palo largo maderoso y un final en pelo de caballo. Recogí cada migaja, cada alimento perdido caído a los ojos del hambre, de la muerte.
-Triste momento-
-Lo fue. Sin nombre y ya muerto-
Me quedé mirando el rostro de María. En lo más profundo de mi alma entonces sonó esta canción.

27 febrero 2008

Treinta + cuatro

ESE RATÓN SIN DISIMULO


Y llegó María por sorpresa. Lucía un vestido acotado por las rodillas y de mangas vacías.
Se había recogido el pelo en un moño imposible y, en su rostro, la eterna sonrisa de la felicidad.
Llamó a la puerta con los nudillos entonando la quinta de Beethoven- larga llamada sí-.
Padre Prior sonreía en el sofá el desparpajo de tan bella y dulce dama.
Cuando hubo entrado, se levantó del asiento para, con una sonrisa de amor sin igual, besar el rostro de María en ambas mejillas.
-Veo que gusta por la música-
-Y por la danza y por el amor, y por los pájaros, la naturaleza, el sol, la lluvia, el nublo, y el diurno… amo la vida señor-
-Puedes llamarme Padre Prior- apuntilló.
-Así que por fin tenemos nombre. Encantada Padre Prior. Y, ¿ese perrito que le acompaña allá donde vaya no tiene nombre?-
-Lo tiene mi dama, Locuelo se llama-
María arrodilló su cuerpo a un Locuelo un tanto inválido todavía. Él, la miraba con ojos risueños, orgulloso de que acariciaran su pelaje.
En el ventanal, el pájaro negro sorbía agüilla rociera y Carlo, despistado, entró de una pata y canto.
Un pequeño ratón asomaba sus orejas en la cocina, María lo miró y, con su cabeza le dijo no.
-Pobre ratón-
-Pobre-

26 febrero 2008

Treinta + tres

EL NOMBRE DESCONOCIDO


Era una mañana nublada, de buena temperatura y nubes amenazantes.
El viejo, acompañado por un aún débil perro se acercó a la ventana norte.
El pájaro negro, despistado, los perdió de vista. Azorado por tal circunstancia puso sus ojos en rojo bermellón y con una mirada mortal, emprendió vuelo.
-Creo que ahora que estamos solos, sin ningún pájaro negro que inquiete, debería hacerle un par de preguntas-
El viejo asintió con la cabeza, ni una palabra salió de su boca.
-¿Cómo se llama viejo amigo?
El viejo se dio la vuelta, miró al perro con una sonrisa en sus labios y dijo:
-Padre Prior-
Aquel nombre me recordaba algo, un pasado, una conversación con mi padre tiempo atrás.
El perro lo miraba con la mirada triste de quien lo ha perdido todo, de quien ha sido perseguido por el fuego de la muerte, de quien ha estado a punto de encontrarla frente a frente, sin vuelta atrás.
-Él se llama Locuelo. Es un amigo del pasado. Lo creía muerto como a los demás y mire, aquí está con nos-
Nada más acabar esas palabras, el pájaro negro regresó hirsuto al ventanal sur. Sus ojos, aún encolerizados, fueron tomando el color negro que los caracterizaba.
Se hizo el silencio por momentos, los gorriones dejaron de piar, los ratones de roer.
Una lágrima compartida, una esperanza y un amor.

22 febrero 2008

Treinta + 2

LA FIEBRE


Tres días de fiebre me enclaustraron más allá de donde todo hombre quisiera estar.
Sin una cama donde reposar un cuerpo inválido, dolorido en cada articulación.
Ni se decir qué pasó en esos tres días, mi mente, quedó nublada por la sinrazón de la calentura.
Cuando volví en sí, mis manos comenzaron a funcionar de manera normal. Abrí mis ojos- verdes sí, auque joda, son verdes- y vi al pájaro negro en el umbral de la ventana. Parecía que quisiera entrar en auxilio o por encargo de alguien. Me di perfecta cuenta de ello pues no cejó en su mirar hacia mi cuerpo mortecino.
-El pájaro negro es por tanto… el pájaro de la muerte, como pensaste desde un principio.-
-Así es, así es. Cual buitre busca su carnaza, él buscaba almas, en este caso… la mía-
Me incorporé de voltereta espontánea. El pájaro negro reculó. Lo vi. Me vio. Abrí los ojos. Los cerró.
-Parece un telegrama!-
-Parece pero no lo es. Es inmediatez, soltura, recurso literario si quieres-
Mi rostro bajo la pila, mi rostro en sueño onírico.
-Redundante-
-Sincero-

19 febrero 2008

Tteinta + uno

EL LIBRO ABIERTO


El libro que el viejo guardaba con tanto celo quedó abierto por el centro, a medio caer de la pequeña mesilla que lo soportaba, se podía leer:

El paraíso se abrió ante mis ojos.
Un sonido, un silencio
Todo parecía perfecto, hasta la lluvia.
Gotas de agua en el rostro.
La piel húmeda, tamizada como un Miguel Ángel.

Cerré los ojos y vi el infierno
Almas perdidas deambulando en grito
Cuerpos inertes sin más descanso que ellos mismos.
El dolor en pena vagando

Abrí los ojos y vi el paraíso frente a mí.
El sol iluminaba el rostro
Destellos de paz, sin más armas que una sonrisa
En la niebla, dos ojos rojos me miraron
Desperté

Tan lejos, tan cerca
Sin paraíso, sin tierra, sin nada.

Inciso

LECCIONES


-Hoy martes me encuentro sólo-
-¿Olvidado?-
-No, eso lo dejo para la gente de poco corazón-
-Pero es martes-
-Por ello lo digo. Me reafirmo en la soledad-
-Tiempo tienes-
-Y vergüenza torera-

Treinta

VENTANAS


Rostros haciéndose un hueco en las ventanas.
Cientos de curiosos; Unos con cara de incredulidad, otros, con sonrisas varias.
El pájaro negro, enfurecido, se hacía un hueco como bien podía.- Un picotazo que otro y un airote-.
El viejo abrazaba a ese chucho con el amor de un humanoide y éste respondía coleteando, lamiendo sin cesar unas manos huesudas, quebradas por el paso del tiempo, temblorosas por el recuerdo.
Carlo, en posición peculiar, observaba cabeza abajo y María, en sus manos, un plato de leche y migas.
En el suelo, escondido tras la marabunta, un pequeño ratón con cara de despistado esperaba su oportunidad.
María lo vio con agudeza visual, sonrió y con el dedo le dijo no.
Volteé mi organismo en rápido movimiento, cerrando todas y cada una de las ventanas que daban acceso a tan peculiar encuentro.
El pájaro negro pió de forma agresiva colando su ojo por una pequeña rendija del ventanal, de ladín, un tanto absurda su pose, mientras Carlo, amenazado por la oscuridad, dejó caer su cuerpo en un picado de lo más bestial.
Los dos cerraron los ojos, abrazados quedaron por unos instantes- quizá dos-.
María, miró mis ojos, retirando la lágrima que caía por mi mejilla.

18 febrero 2008

Veinte + nueve

EL NUEVO


El perro, el viejo y yo.
Un trío.
-¿Sexo?-
-No, ilustración-
-Ah-
Mutilado el pelaje, ahumado -si lo preferís así- y con los ojos llenos de amargura y pesar.
El viejo lo llamó por su nombre y éste, a poco puedo, se arrastró hacia él con el rabo coleteando en un sin parar.
-A poco puedo, adoro ese decir-
-Es por ello que lo cuento así. Gusto por la palabra y el buen dicho-
El pájaro negro miraba sin disimulo, con gesto fruncido, apaleado por el pasado.
Dos viejos amigos en un encuentro lleno de emoción.
Aquella tarde, lloré.
-¿Pero cómo se llamaba el perro?
Colgado, cabeza abajo, Carlo dejó por unos momentos de reir.

Veinte + ocho

BOCHORNERO SÍ


Conmovido por los tenues sonidos de tres arañazos sin ver nadie al otro lado de la puerta, abrí.
Sentado, mancillado, marchito su pelaje por el fuego del horror, un perro.
Me miró con los ojos de quien pide ayuda, de quien ha realizado un viaje en condiciones lamentables huyendo quizá, de la muerte.
Entró con su cuerpo arrastras sin quitar su triste mirada de mi rostro.
La puerta abierta, el perro dentro.
Pequeño, de ojos redondos y pelaje bochornero.
Descansó en mis pies, me miró y más tarde los cerró.
-Pobre animal… ¡sin nombre claro!-
-Ya estamos con la impaciencia-
El viejo giró su mirada, el pájaro inclinó su ojo con rostro quejumbroso.
Una sonrisa en sus labios, una lágrima infinita convertida en manantiales de agua bendita.
-Se conocían el viejo y él?-
Lunes.

15 febrero 2008

El inciso

SI DE ESTACIONES HABLAMOS

-Y es viernes ya-
-Lo se-
-El pájaro se mueve-
-Lo sabes bien. Como vigilante-
-Como de una rama desnuda de invierno-
-Menos mal que se adivina la primavera-
-Bonita estación-
-Lo es-

Veinte + siete

SUTIL

Arañazos en la puerta, tres.
Un sonido tenue, casi imperceptible, lento y suave.
Arañazos en la puerta, tres.

Volteé mi organismo como era costumbre para llegar a la puerta. Desde la mirilla nada se veía.
A lo lejos, el diablo negro me sonreía mientras anotaba en su libretín negro -pájaro de ala roja…... 2-.
Retiré la mirada sin complejos y volteé mi cuerpo de nuevo hasta la cocina. Allí, entre manjares de tierra y mar, anduve repitiendo sin cesar una canción casi olvidada “State trooper”.
Al momento, un sonido tenue.
Arañazos en la puerta, tres.
Arrastré mi cuerpo esta vez cual comando en batalla, sigiloso y raudo, sin más sonido que los arañazos en la puerta, tres.
Miré de nuevo a través de la mirilla, nada. Al fondo, un par de murciélagos sobrevolaban el cielo en azorado vuelo, más allá, María, en eterna sonrisa.

Arañazos en la puerta, tres.
Y una canción que no paraba de repetirse en mi cabeza....



14 febrero 2008

Veinte + Seis

ÉL


Cuando el sonido de unos pasos tras de ti, cuando el simple roce de otro cuerpo, cuando la puerta de casa es mayor que la necesidad de salir de ella, cuando al abrir los ojos no ves más vida que la que encierra el colchón o el sofá donde tras horas de espera por fin caíste dormido.
Miedo a morir.
Cuando los olores no se olvidan, ni las sonrisas, ni una mirada, ni unos labios, ni una caricia, ni un desplante, ni una discusión, ni un vestido precioso, ni un vaquero ajustado, ni un sol radiante sobre el cuerpo, ni una canción.
Cuando todavía persisten esos sentimientos en la mente del hombre, se siente miedo. Miedo al amor perdido o a perderlo.
Miedo a morir.

El pájaro negro guardaba indiferente sus formas mientras Carlo, enjuto aquel día, charlaba cuanto podía con el viejo.
Le hablaba del porqué de su semidesnudez, del tejo y de cosas de aquí y de allá, del más allá.
El viejo escuchaba paciente, con el pañuelo en su mano, animando a Carlo en su diatriba, sin consejo, sin más que una plácida escucha.
Yo mientras, especulaba, pensaba, dramatizaba sobre el amor y el miedo.
Y era jueves.

13 febrero 2008

Veinte + cinco

EL PAÑUELO


Encontré al viejo mirando por la ventana norte.
Sonreía, lloraba y, con un pañuelo prestado, secaba sus lágrimas.
Elena, al otro lado, bailaba como una mariposa con pétalos de flor cayendo sobre sus hombros.
Llevaba un vestido blanco estampado con flores campestres y una pamela anudada a la barbilla.
Me acerqué a él con sigilo, sin querer perturbar ese momento. Puse mi mano sobre su hombro y él, sin mirar si quiera, hizo lo mismo sobre la mía.
Dos palmadas en ella fueron suficientes para comprender.
Le avergonzaba que le vieran llorar sin más sentido que ver a una muchacha bailando en la calle.
Comprendí que no era una muchacha más por la que lloraba, que en ella había algo más, un falso conocimiento, un pasado, una alegría y una tristeza, un amor, un desamor…
El pañuelo cayó al suelo.
Mientras, en la calle, sonaba una canción.
Elena, bailaba con una sonrisa en los labios. El vestido de flores recorría su cuerpo moldeándolo como a una princesa. De pronto paró, nos miró y, avergonzada, saludó con su mejor sonrisa, la que hacía palidecer las demás sonrisas del mundo.
Dos pañuelos, uno al viejo y el otro...
-Jo! Y qué canción sonaba?-
-Escucha…-


Veinte + cuatro

SIN BICICLETA


Al día siguiente me levanté temiéndome lo peor. ¿Me encontraría una chinche desayunando besugo en la mesa de la cocina?,¿Un Oso? ¿O acaso una zarigüeya?
Para mi tranquilidad, todo había vuelto a la normalidad. El pájaro negro guardaba su turno en el alfeizar de la ventana. Su parche desaparecido, su mirada de ladín, constante e imperturbable tranquilizaron de alguna manera mi espíritu, un tanto reacio a las desventuras, a lo imperfecto.
Miré al viejo que, sentado en el sofá me saludó con la mano extendida.
-Y el libro?-
-En sus manos, como de costumbre-
-Eso también te reconcilió no?-
-De alguna manera sí-
Una cabeza boca abajo en el ventanal sur, junto a la cocina. Era Carlo que, con su sonrisa hiriente, aparecía de nuevo en actitud timorata. En sus manos, un cesto con alimentos varios y, una nota.
-Qué ponía?-
-Estoy semidesnudo, abre la puerta por favor-
Como era costumbre en él, cayó desde lo alto al suelo, trompazo, barro y su eterna risión.
En el ventanal norte, el diablo negro observaba todo cuanto acontecía. Su libretín guardado y una hipócrita sonrisa.
Carlo mostró su semidesnudez acuclillado sobre el ventanal. La estampa era preocupante pero bastó para deshacernos del diablo negro.
El viejo, saludó a Carlo desde el sofá, con un giro de cabeza de 180 grados y su mejor sonrisa.
Miercoles.

12 febrero 2008

Veinte + tres

ALPISTE


Me encontré al viejo en la cocina.
El sol lucía con fuerza a través de la ventana y las sombras que creaba con su cuerpo me asustaron por un momento.
Una nariz aguileña gigante frente a mis ojos legañosos y un brinco. Los ojos se me despegaron de cuajo con tres pestañas incluidas.
-Buenos días- me dijo.
De mi boca salió otro sin más comprensión que la mía propia.
El pájaro negro no estaba. Mi pregunta quedó sin repuesta. Miré hacia todos los lados y nada. Todas las ventanas vacías del pájaro negro.
Volví a preguntar y tampoco hubo respuesta. El viejo se volvió hacia mí y sonrió. Con un gesto me hizo mirar la mesa. Ahí estaba, sentado, en la silla, delante de un plato de alpiste y huevos fritos. Comía desaborido, me miró con su ojo, el otro continuaba parcheado, y me sonrió dejando ver un colmillo de lo más particular.
Miré al viejo, pregunté y no hubo más respuesta que una sonrisa sin igual.
-Increíble-
-Lo fue. Pero os contaré más. Por cierto, qué día es hoy?-
-Martes-

11 febrero 2008

Veinte + dos

EN UNA GOTA DE AGUA


El caso es que había pasado el fin de semana, corriendo, deprisa, sin pausa y con los latidos de mi corazón palpitando a su buena esperanza.
El viejo había permanecido como un pino en el monte, perenne en su sofá, sin más palabras que un susurrado “buenas noches” antes de cerrar el libro y dejarlo apoyado sobre su pecho.
-Como quien abraza a su amada?-
-Eso es-
-Sí, pero de la noche con María poco cuentas-
Su imagen reflejada en cada gota de agua, en cada río, en cada compás. María era preciosa de día y de noche. En la oscuridad, en el amanecer y en su ocaso.
-Y el pájaro negro?-
-Mirando, de ladín y con los restos de un fin de semana al lado de sus pies de pájaro-
Lunes…
-¿Y el diablo negro?-
-Repito, lunes-.


Inciso

CLICK




Volando en la quietud del momento
De un instante captado por el guiño de sus ojos.


08 febrero 2008

Veinte + uno

DUERME; COMO LA LUZ DE LA LUNA


Los viernes eran días especiales para mí por entonces.
Me sumía en la alegría de un fin de semana lleno placeres-poco carnales-.
Carlo, con la semidesnudez propia de un arquero troyano, andaba por el tejo de las casas.
Sus pies desnudos no alertaban de su presencia y, cuando menos lo esperabas, dejaba caer su cuerpo de golpe y porrazo por delante de la ventana.
-Vaya imbécil no?-
-Sangre y dolor no eran problema para él-.
María dormía conmigo, en camisón de fuerza, para que mis manos no perturbaran un sueño exquisito lleno de sonrisas y placeres sin igual.
-Pareces tonto. ¡Si era una monada!-
-Por ello me llamo como me llamo y no Ivanhoe o Macuin-
La miraba de noche, cuando dormía y, apenas una caricia por su mejilla me hacía creer en el amor.
Una noche, cuando en su infinita sonrisa dormía dulcemente…
-Qué, qué, ¿qué paso?-
El pájaro negro dormía. Sus pies de pájaro ocultos en unas abarcas tamaño pequeño y su ojo desnudo, sin cerrar.
-¿Pero qué pasó esa noche con María?-
El viejo, con su lágrima infinita en los ojos, abrazado a un libro, con la pasión de un enamorado a su amada.
Y en mis sueños comencé a pintar cuadros de colores en un mundo perfecto…

Incisemos

DE LITERATURA Y ESAS COSAS

-Qué día es hoy?-
-Viernes-
-¡Como aquel de la novela eh!-
-Se nota que eres escritor-
-Bueno, cada uno tiene lo que tiene, no más-
-Y el otro cómo se llamaba?-
-Ivanhoe creo-
-Sí, eso es-

Veinte

El PARCHEADO


Aquel pájaro era increíble. Aun con su ojo avizor abrasado por el fulgor de un rayo impenitente, aun con el ojo abrasado por el reflejo de un sol acomodado a la cercana primavera, continuaba mirando de ladín, imperturbable, con parche.
María alucinaba por momentos. Cada vez que miraba al pájaro, éste había cambiado de indumentaria.
sin impermeable ni gorro y con parche en un ojo.
Me miraba poniendo cara de asombro a la vez que sonreía con sus dientes blancos recogiendo el sol de la mañana.
El viejo, sentado, sin dar más importancia a cuanto ocurriera al pájaro negro.
-¿Ha visto usted eso? pregunté.
Con un ademán de su mano me hizo ver que lo que pasara tras la ventana no era de su incumbencia.
Sabía de su odio por ese pájaro pero carecía del por qué.
Un parche en su ojo…
-Es curioso, de donde sacaba esas indumentarias? Acasoera un súper héroe?-
-El pájaro negro tenía sus tramas ocultas. Nunca lo veíamos cambiar-
-Y Carlo?-
Cuando tuvimos oportunidad de verlo de cerca, vimos que el parche del ojo no era más que una semi-gasa color negro.
Carlo me miraba y con su dedo me mostraba su semidesnudez a la vez que reía como una hiena.
El diablo negro apuntó en su libretín- con parche, de mañanas-.
De dos volteretas me encontré en la cocina.
-Pero lo que ocurrió después, más tarde lo contaré-

06 febrero 2008

Nuevo inciso

ANOTACIONES


-Por cierto, se me había olvidado deciros que era jueves-
-Me lo imaginaba-
-Y ahí apuntó en su libretín negro. Jueves, tantos pájaros-
-Porque era jueves?-
-Porque anotaba por días y…por número-
-Míraloleli él-
-Asturiano?-
-De la provincia-

diez + nueve


EL DIABLO NEGRO


-¿Y el diablo negro?-
-Carlo llamaba así al cura-
-¡Jodó!-
Era un hombre que deambulaba por las calles, contaba pájaros y los anotaba en un libretín color negro. Todo él era oscuro, hasta sus ojos.
-Y las homilías?-
-Intensas, oscuras, sin un candelabro que iluminara una bancada vacía de ornamentos-
-El diablo negro, curioso personaje-
Os contaré un poco más de él.
-¿Cuando?-
Si la mañana amaneció triste y confundida por una lluvia que revestía los cristales de las ventanas en carreras goteriles, la tarde quedó inundada por los rayos de sol reflejados en los dientes de María.
Carlo, aún en su semidesnudez, enmudecía para escuchar las palabras que deslizaba María a oídos del viejo.
-Y el pájaro?-
El pájaro, de ladín, arrimaba su oído al ventanal. Si escuchó algo de lo que dijo, nunca lo supe.
Permaneció así antes de que el reflejo de los rayos del sol en el cristal cegaran su ojo avizor.
El diablo negro anotó en su libretín negro.

Inciso

OLVIDADO


-Se te ha olvidado decir el día-
-Es verdad, es miércoles, sin más ceniza que la del cenicero-
-Bonito-
-Verdad-
-A veces se me escapan las cosas-
-El viento?-
-No, la memoria-

Diez + ocho

ESOS 320 GRADOS


María fijó la mirada en la semidesnudez de Carlo, Carlo en el diablo negro.
-El diablo negro es el pájaro?-
-No, el diablo negro es quien es. El pájaro negro es el pájaro negro-
El viejo permaneció sentado con el libro entre sus manos unas dos horas de lágrima viva. Sin poder atisbar el título, sin poder apenas dirigir mis ojos hacia él confirmé que su eterno lacrimal permanecía donde lo dejé por última vez, en su ojo.
El pájaro negro movió su cuerpo de manera espontánea. Sus pies de pájaro hicieron un giro brusco, inesperado, girando 320 grados quedando su cuerpo ladeado pero prácticamente en la misma posición. Sus ojos, de ladín, uno mirando al viejo y otro a Carlo que, semidesnudo, miraba con ojos aviesos los pechos de María.
-Por fin algo de emoción. Carlo se la beneficiaba?-
-Veo que os gusta el sexo… os contaré algo de Carlo-
Carlo era cabezoniko- Navarrismo- y de extremidades particulares. Brazos fuertes, piernas delgadas y de tupidos pelos los dedos de los pies. Su gracia tenía verlo la verdad. En su semidesnudez y, por el tejo, parecía un kiliki.
Su sonrisa dentada y la risa contagiosa lo hacía particular.
-Y María?-
Una delicia, de ojos risueños y colores mil.

05 febrero 2008

Diez + siete

PERPENDICULAR


Con su libro entre sus brazos, sin un nombre claro ni oportunidad de preguntar por ello.
María, con una sonrisa y sus ojos risueños corrió a abrir la puerta.
Carlo entró con sus ropajes desechos por el barro y una risa perpendicular.
-Y cómo es esa?-
-Pues la que te llega sin más-
-Ah-
El viejo entonces giró su cabeza noventa grados e hizo un ademán con su cabeza a modo de saludo. En su rostro una media sonrisa delataba el afecto por tan extraño personaje. Quizá Carlo le recordara algo de su pasado más reciente, no lo se.
Nada más entrar, comenzó a saltar, a dar brincos con el afán de darse en la cabeza con las vigas del techo.
María reía sin parar haciendo gestos de no entender nada hasta que le dije que por favor, estuviera quieto, que me estaba empezando a poner nervioso. Carlo reía más y más. El viejo rompió a reír contagiado por la sonrisa del otro, por lo absurdo del momento. En fin, al final todos reímos.
-Vaya anécdota eh!. Y la lágrima infinita del viejo se fundió con la de la risa?-
Eso os lo contaré otro día.

Diez + seis

CON UN ALA TAPADO


Carlo, volteando su cuerpo con sus pies en el tejo dejó de sonreír.
-Y el viejo? No ibas a contarnos qué le pasó al viejo cuando se incorporó?-
-Calma, ahora Carlo es lo importante-
Su rostro rojizo, sus ojos aparcados en blanco ocular y una caída.
Así es, tanta cabriola lo desmayó. El golpe fue de los que se recuerdan.
Entonces es cuando miramos a la ventana y vimos al pájaro cubriendo sus ojos con un ala. La caída había sido frontal.
-Murió?-
-No, Carlo era un gañan simpático, no podía morir así-
María y yo nos quedamos paralizados, sentados en la mesa mientras el viejo acomodaba su cuerpo plácidamente en el sofá.
De pronto vimos una cabeza que surgía de las profundidades de la tierra. Una sonrisa hiriente, contagiosa…
-Carlo?-
-Así es, el muy capullo ni con semejante porrazo perdió la sonrisa-
-Y el viejo?-
- Sentado, sin mirar hacia el ventanal, con una sonrisa en sus labios dijo no…-

04 febrero 2008

Quince

NORTE SUR SU MIRAR


Reunidos en la mesa, cual caballeros de la tabla redonda, pero sin espada, sin más arma que la conciencia, la risa, el amor y la cordura.
Miradas furtivas y silencios varios. María con sonrisa puesta, esquivando el vacío de palabras con la alegría de un rostro pleno de gracia.
Carlo daba cabriolas con los pies en el tejo. El pájaro lo miraba con el otro ojo. La imagen era espectacular. Un ojo a un lado y el otro…
Sin percatarse de la curiosidad del momento, Carlo dijo:
-y-
-Ese-
-Viejo?-
Lo dijo en tres veces, justo cuando la cabriola pasaba por el ventanal.
Con el cuerpo semidesnudo, con la risa hiriente, sincera y contagiosa.
María reía lo estúpido del momento y el viejo no pudo más que decir- cuanta gente pirada hay en este mundo por Dios-.
Me sumé al momento diciendo - Sabe? Este tipo de locuras es lo que hace sentirme vivo. La vida sería muy aburrida. Aquí estamos, tres sentados sobre una mesa y un loco maravilloso semidesnudo dando volteretas con sus pies en el tejo… dígame que no le parece el absurdo un momento de cordura y la cordura falta de razón-
Una sonrisa en el viejo… - perdonadme, es lunes-
El pájaro con sus ojos norte, sur.
-El viejo se incorporó y…- bueno, eso os lo contaré en otro momento…-

30 enero 2008

Catorce

ESE RATOOON


María, estrella reluciente en un mundo apagado por la muerte a los ojos de un hombre que recordaba mujer parecida en su pasado.
Con la sonrisa puesta, con sus mejillas sonrosadas y el pelo rizado, seco ya.
-Parece que ha dejado de llover. Por lo menos el pájaro se ha quitado el impermeable-
Un rayo de sol a través de la montaña adivinaba el azul del cielo.
En el suelo un pequeño ratón asomaba sus orejas en busca de un sonido que lo alejara del peligro. Ante sus ojos, seis piernas humanoides calzadas.
Al lado, migajas de pan recién horneado.
Tímido avance, avance Macuin.
-Qué es Macuin?-
Con su migaja entre las patas, con las patas en alto y la cola por abajo.
-No entiendo nada-
En el tejo, boca abajo, colgado de los pies, una cabeza.
-Baja anda- le dije. Reía cual animal, esas risa chirriante, contagiosa- estoy semidesnudo- me gritó.
Era Carlo, primo.
El viejo lo miró y con la cabeza y una sonrisa dijo no…
Jueves.

Trece

SONRISAS


Dos frágiles golpes en la puerta.
Abrí la puerta y me encontré a María. Estaba preciosa con el pelo mojado sobre su rostro, resplandeciente con sus labios rosados y mojada de pies a cabeza.
Entró y me besó la mejilla. Quizá me sonrojara un poco delante de mi invitado.
-Y quién es esa María?-
-Veo que la paciencia brilla por su ausencia…-
Se sentó haciendo caso omiso del viejo, al que ni siquiera había visto, y sacó pan recién horneado y fruta de una cesta tapada con una manto a cuadros azul y blanco.
-Pensaba haberte invitado al campo pero con este día desayunaremos mejor en casa- Los ojos brillantes, alegres, sonrientes como los de una niña de quince.
-María, quiero que conozcas a un invitado-
-Invitado? Te refieres a ese pájaro de la ventana tan extraño? Qué hace vestido con impermeable a medida y gorro? Y esos pies de pájaro…-
-Bueno, digamos que no me refería a él en estos momentos pero sí, es extraño, lleva unos días entre nosotros también-
-Entonces?-
Al fondo, sentado frente al fogón, una figura encorvada se levantaba con cuidado de no caer.
El viejo, con una sonrisa que destilaba cariño se acercó a María y, con exquisito gusto y educación, alargo su mano para recoger la suya. La besó con el cuidado de una madre a un hijo y miró a unos ojos azules que revelaban paz y alegría.

-Perdone mi desconsideración mas no me había percatado de su presencia-
El viejo respondió con otra sonrisa y una palmada a modo de caricia en su mano.
Miércoles.

Doce

BUENOS DIAS


Pocas veces había sentido algo así por un hombre- hablo de lástima eh-. Sabía poco de él pero su rostro me emocionaba. Y no era esa lágrima infinita de que tanto os he hablado, ni su nariz aguileña ni lo enjuto de su cuerpo. Hablo de su pose, su manera de mirar, de leer, de expresar su dolor. Había en él algo especial; algo que se me escapaba y de lo que él jamás quería hablar. Celoso de su pasado, ternura en un rostro iluminado por el amor y la desgracia. Se que es complicado de entender, de recrear en vuestra mente relaciones tan contradictorias pero si lo hubierais visto con mis ojos estoy seguro de que pensaríais lo mismo.
-Quizá sí pero ahora lo que nos produce es hastío. Un hombre de lo más cansino. Siempre llorando y sin palabras en su boca. Tan sólo un libro-
-Impacientes, todavía no sabéis nada. Me dijisteis que os contara la historia y lo estoy haciendo lo mejor que puedo. Paciencia y escuchad-
Un nuevo día amanecía. El vaho acumulado por el fogón nocturno apenas dejaba ver el exterior. Los cristales de las ventanas sumidos en tinieblas y unas gotas de lluvia los recorrían en carreras interminables.
Tras ellos, se dejaba adivinar una forma oscura en forma de pájaro, ataviado con gorro e impermeable a medida. De ladín parecía mirar.
El viejo, con sus ojos fijos parecía adivinar la gota que se llevaría la carrera, haciendo caso omiso a un pájaro imperturbable al otro lado del ventanal.
Volteé mi cuerpo, como era costumbre en mí, y recogí la mesa de la cena.
-Buenos días- me espetó en un susurro.
-Me entristece la lluvia- contesté.
Sonrió, asintió con su cabeza y acomodó el libro en sus brazos como si en ello residiera el amor.
Miércoles.

28 enero 2008

Once

PIES DE PAJARO



Era un hombre locuaz, tenía respuesta para todo, aunque también es cierto, un tanto equívoca.
-En qué sentido?-
Era esquivo con su pasado y su saber se restringía más bien a lo inmediato.
-Sí que era equívoco sí-
El libro lo sujetaba como quien ama a una mujer desnuda y, en su dormir, lo poseía de la misma manera.
El pájaro no cejaba en el empeño. Pocas veces lo vi de frente. Recuerdo esa mañana como quien recuerda un primer beso. EL sigilo me permitió esconderme tras la ventana donde acomodaba su cuerpo. Entonces, de un brinco volteretil lo vi. Miraba fijamente a través del cristal. Sus ojos más brillantes que de costumbre y sus pies de pájaro, en un ir y venir pata arriba, pata abajo. Parecía sonreír mas, tan sólo es una apreciación pues la voltereta me impidió ver más.
-Parece como que estuviera ansioso-
- Paciencia, os contaré otro día el por qué-
El libro agarrado en sus brazos como quien abraza a una mujer amada sí. Ni una palabra más. Dormía y, de sus ojos, una lágrima infinita.
-Para variar.-
-Tan sólo cuento lo que viví, no más. Y es así como pasó sus primeros días. Si queréis saber más, tendréis que esperar-.
-Es que la impaciencia es pecado?-
-Aquél hombre… hubiera sabido responderos mejor que yo…-

Diez

SIN IMPERTINENCIAS!



Por aquel entonces guardaba en mi biblioteca libros de aprendizaje en las artes.
-Qué artes?-
-Todas. Escuchad anda-
Me encontré al viejo con uno de ellos en sus manos. Quise averiguar cual era acercándome con sigilo por su espalda. En ese momento y, sin darse siquiera la vuelta, me dijo:
-Olvida la impertinencia del sigilo, con una pregunta bastaba-
Me quedé a cuadros- es un decir claro-.
-Así que fueron sus primeros palabros enlazados-
-Así es-
-Y el pájaro? Aún permanecía en la ventana?-
Lo del pájaro no es casual. Me explicaré. El pájaro era un enviado de la muerte- o así lo interprete yo por las palabras de mi invitado-.
-De ahí su color negro y su mirar de ladín?-
-Eso ya no lo se. Interpretaciones sosegadas nos llevarían a ello. Ese mirar constante pero despistado nos daría a entender que estaba a la espera de algo pero que no tenía prisa. El color negro por otra parte siempre se ha identificado a la muerte si bien es cierto que también es considerado el color de la elegancia-.
-Entonces, consideraste como nosotros esa opción?-
-Sigamos con el libro por favor-
Martes.

Nueve

DE PECES


Un fin de semana sin palabras dio paso a un lunes de suspiro y silencio. Sin palabras los dos.
Mis ojos de besugo compartían horror con una lágrima infinita.
Permanecía sentado junto al fogón. Con el pelo cano, su nariz aguileña a resguardo y un charco de lágrimas abajo.
Yo, mientras, intentaba encontrar un ritmo, un compás adecuado en una respiración imposible.
El corazón palpitaba en un tres por cuatro y los sudores eran el aliño perfecto en un ambiente de lapidaria sordidez.
Lunes de temblores, sudores y palpitaciones. La noche, el día, la mañana y qué tarde. Sin más palabras.
-Amigo, hoy estoy destrozado-
-Conocí a alguien así- repitió en un susurro triste y apagado.
Mi sonrisa esta vez apareció tan sólo en mi imaginación.
Mis ojos eran de besugo
Su rostro, aguileño, pecero.
Lunes.
-Espera, espera y, el pájaro?-
-Perdonad, no es momento-.

25 enero 2008

Ocho

PALABROS


Ahí estaba, cabeceando no más. Con la tristeza adherida al rostro, con la lágrima penitente, permanente.
Decidí hablar aunque obtuviera la callada por respuesta.

-¿Sabes? Es viernes. Tengo un primo que me escribe relatos los viernes. Hoy ya me ha llegado.
Me he reído la verdad. Es un primo extraño. Lo mismo te dice que anda semidesnudo por la ciudad o por el tejo. Tiene sus cosas.
En sus mundos no existe la racionalidad como tal.
Son conversaciones vanas pero que alimentan nuestra mente. La distraen y nos hacen reír.
En fin, hay veces que tener alrededor de ti personas que andan por el tejo, o que te saludan semidesnudos por la calle…
También tengo una amiga. Es encantadora. Pinta la vida de colores cuando todo lo que ven sus ojos es gris. Deberías conocerla.
Es aliento en el desaliento, felicidad en la infelicidad, amor en el desamor.
Un susurro…
-Conocí a alguien así…-

Ni una palabra más. En mi rostro, una sonrisa,silencio.
Viernes.

24 enero 2008

Siete

CONSTANTEMENTE


En un bar, con ventanales a un maravilloso mar, el atardecer.
Multitudes galopando por una playa de fina arena.
Otra extraña y variopinta multitud acecha el ventanal ávida de icores varios.
Unas palabras extrañas, preguntas varias y una respuesta.
-Tranquilos, sirven constantemente-
Y así fue y doy fe de ello.
Las gentes galopaban por la fina arena del lugar mientras las olas rompían en el Paseo.

El sol se escondía
Otros bebían.

Hablaban lenguajes extraños, gentes particulares y risas sin cesar.
La realeza con medias de seda rotas
Y unos ojos azulados repetían sin cesar- sirven constantemente-.
Una morena del norte, sonrisa sin igual.
Unos ojos, catorce, mirando.
Tan sólo dos
Es otro contar.

En el paseo rompían las olas
Frente al ventanal…
Constantemente.

Seis

VOLTERETAS


-Y qué es del pájaro?- preguntaban los haya presentes.
-A ello voy, no os preocupéis, lo anterior era un inciso de esos que hay en los libros-
El pájaro en cuestión seguía ahí, sin más que hacer que mirar de ladín.
Ni las volteretas, a las cuales ya se había acostumbrado, relajaban el rostro impertérrito de este extraño personaje.
Su autoestima crecía por momentos y se reflejaba en ricos mantos que adornaban su cuerpo. Un gorro y unos calcetines bordados en sus pies de pájaro.
-Y cómo llegaron ahí si no se movía?-
-Misterio. Aparecían, sin más-
-Y el extraño hombre?-
Reposaba, frente al fogón. Sin una palabra, no más que una lágrima infinita en sus ojos.
-Qué coñazo de hombre! Se va a pegar así toda la vida?-
Paciencia, paciencia…
Jueves. Mediodía.

Cinco

EL DIVAN MOVIL

Un hombre a su lado, de blanco y mascarilla. Alrededor, piezas quirúrgicas y pulcritud resplandeciente.
Tumbado, un hombre.-pequeño, pero hombre-. Pálido, con sudor en la frente, las manos e incluso los huevos.
-Tranquilo- oía que le decían.
-No te jode- pensaba el otro acojonado sobre esa especie de diván móvil.
-Ahora notarás un pinchazo, pero no es nada- y efectivamente, no era nada pero el sudor y la tensión se incrementaban sobremanera .Ahora sudaba el culo entero.
-Respira- le dijo. Y respiró. Así que estaba mareándose! Se le había olvidado respirar.
La tensión se marcaba en el rostro del pobre hombre - pequeño sí, pero hombre-. Un cerrar los ojos repentino un- ¿te duele?- y una negación.
Las manos agarraban con fuerza las piernas, el pantalón o lo que fuera.
-Respira- escuchó de nuevo. Efectivamente, una vez más, se había olvidado de hacerlo.
Un artilugio extraño en sus manos- sin pensar mal eh?- y unos movimientos suaves y precisos.
-Ya está- dijo.
-No jodas!- respondió tumbado en el diván móvil…
-Ahora relájate un buen rato ahí tumbado no te me vayas a desmayar-
A los diez minutos se incorporó del diván aún mareado con el cuerpo sudado y con el rostro de la muerte en su rostro.
-Esto ya se ha acabado-
Jueves.

22 enero 2008

Cuatro

SIN PRISAS Y EL ALFEIZAR


En la ventana, sobre el alfeizar, un curioso pájaro llamó mi atención. Miraba de ladín.
Y de lado a lado recorrí volteando mi cuerpo en un ir y venir.
Tras el ejercicio, pintoresco, remangué mis mangas y mojé mi rostro en la pila. Sin un espejo donde mirarme, atusé mi pelo aleonado con el cristal de una ventana en claroscuro. El pájaro seguía ahí, mirando, de ladín.
No era de dimensiones desproporcionadas, es más, apenas un palmo soportaba pero la verdad es que aquella mirada me inquietaba.
Abrí la ventana y lo espanté con mi mirada. Fija, constante, muy constante.
El pájaro voló a los cielos por un minuto pero cuando hube cerrado la ventana de nuevo, volvió a mi lado.-Pájaro extraño y constante pensé-.
Negro, raro.
Y las damas rondaban con sonrisas y yo las complacía sin prisas…

Tres

NI UNA PALABRA



Recuerdo que cuando lo conocí apenas era un alma perdida. Lo encontré en medio de una pradera dando vueltas sobre sí mismo. Miraba a su alrededor y corría en un sin sentido alejándose del norte.
Su primera mirada fue de terror. Me miraba a los ojos con un rostro pálido, sin tensión, cuasi muerto. Era un hombre aterrorizado.
Cuando acarició mi cara noté la frialdad de las manos de un difunto sobre mí. Le cogí las manos con cuidado y las retiré hacia abajo a la vez que le decía en silencio que no tuviera miedo, que de cuanto hubiera pasado ya estaba liberado. Me miró y cayó arrodillado a mis pies.
Ni una sola palabra salió de su boca, tan sólo lágrimas de dolor a primera vista.
Lo recogí del suelo y lo puse encima del carro. Aquel hombre parecía tan asustado y quebrado que no me importó quedarme por unos días a su cuidado.

-Tranquilo buen hombre, está usted a salvo.-

Ni una palabra.
Acurrucado, como un niño asustado.
No sabría decir el tiempo que tardamos en llegar pero no sería más de un rato- a criterio -.
Tumbado frente a un fogón, apenas alimentado, con una eterna lágrima en sus ojos pero sin llanto.
Ni una palabra.
Martes.

21 enero 2008

Dos

UNA FLOR


Tras los pasos- unos cuantos- una flor; Engalanada, superflua, sin ojos con los que mirar y de hermosura sin límites.
Solitaria, perdida en una tierra anegada de muerte y ceniza.
Único testigo, vida y milagro de un mundo nuevo.
Altanera y algo superficial.
Arrodillado frente a ella, acariciando sus pétalos llenos de vida.
Presente de un futuro hasta que una lágrima infinita cayó sobre ella.
Marchita por el agua de la muerte, anegada de horror y angustia. Testigo final de un mundo muerto.

Sus manos vacías -si no por arrugas infinitas-, profundas, como yagas de dolor.
Sus ojos grises y apagados si no fuera por una lágrima perpetua.
Y su alma, oscura, escondida o acaso desvanecida.
Lloraba su cuerpo, lo demás no estaba.
El primer día, nada más. Tristeza, llanto.
Lunes.

18 enero 2008

Uno


SOLITARIO

Cubierto por un manto de agua cristalizada. Agonizando por la rivera de un río de caudal ensangrentado.
Con las cenizas de los muertos recorriendo los ojos de un hombre. Entumecido, encorvado y casi sin aliento. Una lágrima se negaba a secar en su rostro.
Sin mirar atrás, sin una sola flor que depositar. En una tierra cubierta de color negro.

Paseando por la rivera de la muerte,
Un hombre sin suerte.

Una tez sin más alma marchita y un color gris de ojos muertos.
La esperanza de una nueva vida enviada al diablo sin despedida, sin adiós permitido.
Tristeza sin alma, alma sin vida, vida de nada.

Primer día. Duelo, dolor, muerte y pena.

-Curioso comienzo-

16 enero 2008

Fin de una era.


UN FUTURO NUEVO NOS DEPARA


Quizá surjan padres, madres y niños nuevos.
Quizá haya perros y lagunas sin horizonte.
Quizá un espanta pájaros cobre vida o un muñeco de nieve tenga prisa.
En la vida, en la literatura y, a ojos del que escribe, todo es posible.
Un día acabó para comenzar otro y así, el siguiente.
No hay una explicación del por qué.
Sin más, las cosas se acaban y se sumergen, quizá, en el olvido.
No hay más solución que la muerte pues el pasado arrastra y corrompe.
Es hora de mirar hacia delante y dejar en paz todo por lo que luchaste y diste vida.
Y así como empecé el cuento lo acabo.
Él avanzaba y avanzaba, en aquel siglo era así.
Nos vemos pronto...

Capítulo 203

FIN


La noche oscura se tiñó blanca. Una luz emergió de un cielo encapotado, un resplandor zigzagueante despertó a un pueblo en sueño.
Excepciones varias pues fornicando estaban- suerte-.
De la luz un rayo y del rayo fuego.
Muerte total.
Iran jamás pintaría cuadros sorpresa, Sor Monja a nadie tendría que esperar y, su hermana Elisa dejaría de fornicar.
Guadalupe con sus pechos marchitos y un maricomio con dos nichos.
Es el fin de una era que su tiempo duró, que creó sonrisas y lágrimas mas, también es cierto que de todo ello uno quedó.
Padre prior, quién si no!.
Adiós a un mundo, una vida y unos personajes queridos por quien lo cuenta y les ha dado vida.
Quizá en un nuevo mundo, al otro lado de la luz, nos aparezcan como fantasmas de la noche.
Quizá…
Adiós y hasta pronto.

Capítulo 202

¿PERO DONDE?


-Está muerto ya?-
Eso parece, no se mueve-
-Deberíamos llamar al médico para confirmar-
-Pues no es por rimar pero es que el médico no está-
-No rima-
-También es verdad-
-Y sabe dios donde está el médico?-
-Hay quien dice que muerto-
-Pues tendríamos que poner la oreja sobre el pecho-
-Y para qué quieres arrancarle la oreja?-
-La suya no hombre, la nuestra-
-Arrancarnos la oreja? Yo no pienso-
-Desde luego que no piensas-

Maese, tumbado en el diván, inerte y rígido pues todavía faltaba su muerte certificar.
Y en ello que llegó Padre Prior con su nuevo bastón. Y a los presentes una canción de amor les cantó.
Locuelo, despistado y con antifaz por el horror, dio unos pasos de baile para dejar al muerto y pasar al recibidor.
Y todos cantaron de alegría delante del muerto pues
el bastón contenía la cabeza de un galimatías.

-Esta muerto. Que lo entierren-
Y todos festejaron el buen tino de Padre Prior.
Y todos al camposanto corrieron sin estupor.

-¿Pero sabe alguien donde está el médico?-

Capítulo 201

VUELVE ELENA LA BELLA Y MUERTE


Le gustaba encontrarse por detrás con los demás, así era El Perimetral.

Perdida por un tiempo en los montes, buscando quizá una respuesta digna como colofón.
Elena, ataviada con ropajes nuevos de majestuosidad sin igual, volvía con el saber de quien busca una razón.
Lo conoció a escondidas sobre un árbol. Escondido de la respuesta de unos hombres que, acojonados por el horror, jamás osarían preguntar y menos matar.
Con la lujuria piadosa y su saber estar, pudo por fin encontrarlo encima, junto a un solar.
Una mueca de miedo, un gorro su cabeza disimular y un -ahora no puedo estate quieta cruza por aquí si quieres a ti no te he de matar-
Y le contó cómo a esos monos no controlaba sino el azar. Que si de él dependiera no lo harían más que acompañar; pero que la desdicha le acompañaba desde la pubertad y que de un conjuro debía de escapar.
Mas el tiempo pasaba y sin más que contar, Elena lo hizo decapitar.
Y no es que muriera en vano el Perimetral pues, de su cabeza hizo algo singular.
Y un puño dentado pinchado en un palo y un bastón con el que Padre Prior pudiera caminar.
Mueca de dolor en un rostro decapitado, quizá Iran lo pueda pintar.
Y así sería bastón curioso para un ocioso.
E Iran lo pintaría una vez por semana.
Que si de algo puedes hacer algo único se hace. Pues es legítimo y
Complace.

Y locuelo y Gallo de Pico Ralo dormían
Y Elena, divina, volvía.

Capítulo 200

DESARRAIGO



-Te contaré la verdad. Maese el bibliotecario era un hombre de poca gracia.
Su familia, que era extraña por doquier, lo había abandonado de joven en montañas fronterizas. Así pues, era políglota, lo cual no le creó más que problemas pues, sin lengua madre, poca fijación.
Se sentía hombre ciudadano del mundo, cosa que bien sabes que no entiendo ni presumo.
Con los años comenzó su infancia, procuradora e infame, pero eso no es cuestión y, a la edad de 20 se casó con la hija de un cirquero que rondaba su lugar.
Era mujer fea y torpe pero de buen paladar.
-gorda-
-Eso es, veo que captas. Continúo. Cuando llegó su primer hijo, el oficial, todos quedaron absortos por su belleza. Era un niño de buen carrillo y ojos simpáticos.
Lo cuidaron bien hasta que su madre, la gorda, murió en extrañas circunstancias. Maese entonces quedó a su recaudo y orientación y bien que lo procuró hacer de buen modo pero el hijo, a los 9, descarrió.
-maldito tren -
Llegaron a la aldea dejando atrás un mundo de farándula que perjudicara su educación. Asimilaron una lengua y le procuraron dedicación.
El resto ya lo sabes, el hijo murió por exceso de fornicación y ahora él, por pura desesperación.
-Curiosa vida de desarraigo-

Capítulo 199

VISITA DE MUERTE


Si Maese el bibliotecario era carne muerta o no, se sabría en poco tiempo.
El pueblo, inquieto por su pronta muerte, llamaba a su puerta de a dos intentando mitigar la pena con bailes de salón y conversaciones vanas sobre el aquí y el allá.
Locuelo, enlazado en rosa, acudió con Sor Monja en lo que pudiera ser un último adiós. Encontró al bibliotecario acurrucado en un diván, temeroso por su devenir, reacio al consuelo:

-Maese, qué prefiere,¿tener a ese pájaro mirándole de ladín el resto de su vida?. Es hora ya, ha dado todo cuanto tenía y, si su hijo por maldad no cayó en el infierno, es hora ya de que se reúna con él-
-Y todas estas anotaciones de una vida, estos secretos y mentiras, estos versos de amor… ¿qué recaudo tendrán?-
-Fíelo a Dios o al pueblo. De ello, usted responde, mas muera de una vez pues no hay remedio.-
-Pero qué manía con que muera!-
-Es hora ya-
-Pero eso quién lo dice? Un maldito pájaro que apenas mueve unos ojos oscuros o un desgraciado escritor que ansía mi muerte?-
-Quizá los dos más del escritor que fuera no hablaré, no vaya tras mi muerte también. Y no crea que por tapar con cortinaje al pájaro en cuestión se librará pues es listo el muy cabrón y moverá su ubicación-
-Correré las cortinas sin más luz que un fogón-
-Pero necesitará de madera con la que encenderlo y nadie del pueblo vendrá con ella.-
-Yo mismo haré la labor-
-A la que salga afuera el pájaro le acompañará, le perturbará y usted, morirá-

Locuelo asentía con la cabeza las palabras proferidas por Sor Monja y miraba a Maese con sonrisa feliz- demoníaco-.

-Muera Maese, es hora ya-
-Madito escritor-