13 febrero 2008

Veinte + cuatro

SIN BICICLETA


Al día siguiente me levanté temiéndome lo peor. ¿Me encontraría una chinche desayunando besugo en la mesa de la cocina?,¿Un Oso? ¿O acaso una zarigüeya?
Para mi tranquilidad, todo había vuelto a la normalidad. El pájaro negro guardaba su turno en el alfeizar de la ventana. Su parche desaparecido, su mirada de ladín, constante e imperturbable tranquilizaron de alguna manera mi espíritu, un tanto reacio a las desventuras, a lo imperfecto.
Miré al viejo que, sentado en el sofá me saludó con la mano extendida.
-Y el libro?-
-En sus manos, como de costumbre-
-Eso también te reconcilió no?-
-De alguna manera sí-
Una cabeza boca abajo en el ventanal sur, junto a la cocina. Era Carlo que, con su sonrisa hiriente, aparecía de nuevo en actitud timorata. En sus manos, un cesto con alimentos varios y, una nota.
-Qué ponía?-
-Estoy semidesnudo, abre la puerta por favor-
Como era costumbre en él, cayó desde lo alto al suelo, trompazo, barro y su eterna risión.
En el ventanal norte, el diablo negro observaba todo cuanto acontecía. Su libretín guardado y una hipócrita sonrisa.
Carlo mostró su semidesnudez acuclillado sobre el ventanal. La estampa era preocupante pero bastó para deshacernos del diablo negro.
El viejo, saludó a Carlo desde el sofá, con un giro de cabeza de 180 grados y su mejor sonrisa.
Miercoles.

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