03 marzo 2008

Treinta + ocho

BUENAS NOCHES


-¿Ya ha pasado un día?-
-No, es que he vuelto-
-Y qué nos vas a contar ahora, la extracción?-
-No es mi intención, escuchad-
Cuando María se hubo marchado, la seguí con mi mirada a través de la ventana. Andaba como las princesas de cuento, flotaba sobre la tierra como los espíritus fluyen a nuestro alrededor. Su lejanía angustiaba mi corazón que, en su palpitar, recordaba su ausencia. Esperé una mirada, no la hubo.
El corazón me dolía, el pensamiento me angustiaba.
El pájaro negro me retiró su mirar. Todavía sigo pensando que quiso dejarme sólo en mi angustia. Yo no era el hombre al cual vigilar, ni al cual pervertir sus sueños.
A lo lejos, en la oscuridad, bajo el halo de luz de un pequeño farol, Carlo asintió con la cabeza y saludó con la mano.
Cerré las ventanas. El viejo, sentado en el sofá con el libro en sus manos, Locuelo, a su lado.

-El amor también es sufrimiento, has de conquistarlo, no esperar que llegue a ti como la fruta cae del árbol-

Escuché sus palabras, puse mi mano sobre su hombro y me retiré a esperar un nuevo día.
El pájaro negro para entonces ya había girado su cuerpo. De ladín, observaba impávido los movimientos del viejo…
A lo lejos, un viejo piano tocaba mi sueño, acompañaba mi dolor.


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