22 enero 2008

Tres

NI UNA PALABRA



Recuerdo que cuando lo conocí apenas era un alma perdida. Lo encontré en medio de una pradera dando vueltas sobre sí mismo. Miraba a su alrededor y corría en un sin sentido alejándose del norte.
Su primera mirada fue de terror. Me miraba a los ojos con un rostro pálido, sin tensión, cuasi muerto. Era un hombre aterrorizado.
Cuando acarició mi cara noté la frialdad de las manos de un difunto sobre mí. Le cogí las manos con cuidado y las retiré hacia abajo a la vez que le decía en silencio que no tuviera miedo, que de cuanto hubiera pasado ya estaba liberado. Me miró y cayó arrodillado a mis pies.
Ni una sola palabra salió de su boca, tan sólo lágrimas de dolor a primera vista.
Lo recogí del suelo y lo puse encima del carro. Aquel hombre parecía tan asustado y quebrado que no me importó quedarme por unos días a su cuidado.

-Tranquilo buen hombre, está usted a salvo.-

Ni una palabra.
Acurrucado, como un niño asustado.
No sabría decir el tiempo que tardamos en llegar pero no sería más de un rato- a criterio -.
Tumbado frente a un fogón, apenas alimentado, con una eterna lágrima en sus ojos pero sin llanto.
Ni una palabra.
Martes.

No hay comentarios: