19 febrero 2008

Treinta

VENTANAS


Rostros haciéndose un hueco en las ventanas.
Cientos de curiosos; Unos con cara de incredulidad, otros, con sonrisas varias.
El pájaro negro, enfurecido, se hacía un hueco como bien podía.- Un picotazo que otro y un airote-.
El viejo abrazaba a ese chucho con el amor de un humanoide y éste respondía coleteando, lamiendo sin cesar unas manos huesudas, quebradas por el paso del tiempo, temblorosas por el recuerdo.
Carlo, en posición peculiar, observaba cabeza abajo y María, en sus manos, un plato de leche y migas.
En el suelo, escondido tras la marabunta, un pequeño ratón con cara de despistado esperaba su oportunidad.
María lo vio con agudeza visual, sonrió y con el dedo le dijo no.
Volteé mi organismo en rápido movimiento, cerrando todas y cada una de las ventanas que daban acceso a tan peculiar encuentro.
El pájaro negro pió de forma agresiva colando su ojo por una pequeña rendija del ventanal, de ladín, un tanto absurda su pose, mientras Carlo, amenazado por la oscuridad, dejó caer su cuerpo en un picado de lo más bestial.
Los dos cerraron los ojos, abrazados quedaron por unos instantes- quizá dos-.
María, miró mis ojos, retirando la lágrima que caía por mi mejilla.

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