28 enero 2008

Once

PIES DE PAJARO



Era un hombre locuaz, tenía respuesta para todo, aunque también es cierto, un tanto equívoca.
-En qué sentido?-
Era esquivo con su pasado y su saber se restringía más bien a lo inmediato.
-Sí que era equívoco sí-
El libro lo sujetaba como quien ama a una mujer desnuda y, en su dormir, lo poseía de la misma manera.
El pájaro no cejaba en el empeño. Pocas veces lo vi de frente. Recuerdo esa mañana como quien recuerda un primer beso. EL sigilo me permitió esconderme tras la ventana donde acomodaba su cuerpo. Entonces, de un brinco volteretil lo vi. Miraba fijamente a través del cristal. Sus ojos más brillantes que de costumbre y sus pies de pájaro, en un ir y venir pata arriba, pata abajo. Parecía sonreír mas, tan sólo es una apreciación pues la voltereta me impidió ver más.
-Parece como que estuviera ansioso-
- Paciencia, os contaré otro día el por qué-
El libro agarrado en sus brazos como quien abraza a una mujer amada sí. Ni una palabra más. Dormía y, de sus ojos, una lágrima infinita.
-Para variar.-
-Tan sólo cuento lo que viví, no más. Y es así como pasó sus primeros días. Si queréis saber más, tendréis que esperar-.
-Es que la impaciencia es pecado?-
-Aquél hombre… hubiera sabido responderos mejor que yo…-

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