12 febrero 2008

Veinte + tres

ALPISTE


Me encontré al viejo en la cocina.
El sol lucía con fuerza a través de la ventana y las sombras que creaba con su cuerpo me asustaron por un momento.
Una nariz aguileña gigante frente a mis ojos legañosos y un brinco. Los ojos se me despegaron de cuajo con tres pestañas incluidas.
-Buenos días- me dijo.
De mi boca salió otro sin más comprensión que la mía propia.
El pájaro negro no estaba. Mi pregunta quedó sin repuesta. Miré hacia todos los lados y nada. Todas las ventanas vacías del pájaro negro.
Volví a preguntar y tampoco hubo respuesta. El viejo se volvió hacia mí y sonrió. Con un gesto me hizo mirar la mesa. Ahí estaba, sentado, en la silla, delante de un plato de alpiste y huevos fritos. Comía desaborido, me miró con su ojo, el otro continuaba parcheado, y me sonrió dejando ver un colmillo de lo más particular.
Miré al viejo, pregunté y no hubo más respuesta que una sonrisa sin igual.
-Increíble-
-Lo fue. Pero os contaré más. Por cierto, qué día es hoy?-
-Martes-

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