02 enero 2008

Capítulo 187

PASODOBLES DE AMOR ONÍRICO


La oscuridad de una celda visitada por no más que unas despistadas cucarachas y los malditos carceleros.
Unos brazos antes fornidos y hoy no más que pellejo y una barba plagada de piojos.
Los ojos, habituados a la luz de un lejano candil y el corazón roto alimentado nada más que por un amor de hace veinte.
Al otro extremo del mundo, una amada sin más excusa que una promesa. -Necesito salir de aquí – repetía cada día de cada año para sí.- y ya eran veinte-.

Sor Monja aliviaba su vida con la mano mientras esperaba el momento de un encuentro que quizá ya no le diera el sexo perdido pero sí la gracia de la espera.
Noche tras noche se arrodillaba en su alcoba en una plegaria por su amado y los días de pasión, bajo las sábanas, llevaba a cabo un encuentro imaginario con su amado de hace veinte, de nombre incierto y secreto.

Elisa, condenada de por vida al infierno de los mortales, fornicaba nada más que por placer y el aburrimiento con cualquiera que osase mirarla de reojo.
Locuelo, el pobre, abandonado al calor de un fogón, bailaba los silbidos de Iran en soledad. Silbidos lejanos pero que, a oídos de un perro, eran orquesta. Imaginaba y ponía letra a esas tonadillas y así, imaginaba su vida junto a un perrita de medio pelo pero que lo amara y le diera cachorros a los que proteger, alimentar y enseñar. Con ella, bailaría un pasodoble mientras Iran los pintaría en un lienzo lleno de luz, color y amor.

En la celda, las cucarachas se amontonaban en los rincones esperando un alimento podrido…

1 comentario:

Anónimo dijo...

bonito titulo