04 marzo 2008

Treinta + nueve

EN SILENCIO

La luz, el sol y su ocaso dieron paso a la oscuridad de una fría mañana de marzo. Los copos de nieve se hicieron con la tierra sepultándola en blanco. Carlo, apareció magullado, con su semidesnudez envuelta en frío y agua; tiritaba cual cervatillo nonato.

El viejo, sentado en el sofá, calentaba sus pies al fogón y Locuelo, respiraba en silencio a los pies de un manto.

De María nada sabía, la añoraba sin haber pasado más que seis horas de sueño en su ausencia. Miré a través del ventanal norte, nada.

Para entonces, el pájaro negro se había enfundado sus pies de pájaro en abarcas de invierno. Un gorro de paja nada corriente en su cabeza y un bufandín mostaza al cuello. Su mirada pasó de la coherencia a la insatisfacción - extraño actuar-.

Dos golpes en la puerta- María- pensé. Abrí la puerta y me di de bruces con el diablo negro.

-Nada que contar esta mañana- dijo.

En esos momentos me di cuenta de cuanto me decía. Ni un trino en la atmósfera, ni un pájaro en el ramal. Parecía que los pájaros del mundo hubieran caído en desgracia. Miré al viejo que con rostro pausado me calmó.

-Escucha el viento, que miren tus ojos, olvida el corazón-

A lo lejos, una silueta en blanco, una sonrisa; ante mis ojos, un pájaro en el ramal, cientos de trinos al viento.

1 comentario:

Anónimo dijo...

de refilon, abriendo la persiana, ...

Muñekita