26 marzo 2008

Cincuenta + cinco

SIN MAS


El pájaro negro acechaba tras el ventanal con el mirar de un avestruz en vuelo vertiginoso- curioso eh-
Locuelo, en intriga, permanecía en el silencio de los ángeles caídos. Con las patas en cruz, semiabiertas para ser más preciso.
El viejo, como león enjaulado, repetía salmos una y otra vez- el génesis y esas cosas de profetas y mitos de antaño sí-
María no estaba, se fue- como Laura- y yo, permanecía en silencio de sepulcro.

La vida no es que cambiara mucho.
Es verdad que el inquilino al que acogí por unos días permanecía conmigo como si del tiempo no hiciera caso alguno. También es cierto que de su presencia aprendí la paciencia y el saber estar en silencio.
Sus frases, un tanto lapidarias, pero sinceras.
Su seriedad la acompañaba de cariño con un simple gesto, una caricia, o un guiño.
Había atusado su pelo con raya en medio, dejando caer por sus hombros un pelo cenizo que recogía en una coleta para leer.

Sin una canción propia, como es de aconsejar para la gente que se quiere, rebuscaba en los archivos de mi mente...

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