19 noviembre 2007

Capítulo 140

ALEGRÍA, IRONÍA


El cementerio atestado de almas perdidas en lugares infinitos de dudoso proceder y complicado saber.
Lápidas con nombres sencillos marcadas por una muerte desgraciada, acaso vana y fútil sin más sentido que el haber nacido.
Otras mostraban grandilocuencia bien orientada con remaches imposibles y bellos arcanos en sus lados.
Muertos sin sentido, muertos consentidos.

La pala reseca de una tierra de entre mundos; el mal y el bien; el cielo y el infierno.
Dicotomías de una nueva vida en muerte. Los desdichados y los dichosos.
Personas que pudieron cambiar el rumbo enterradas sin más acción que tres hijos varones en descuido.
Asesinos, enfermos, adúlteros y algún divino.

Las campanas de la muerte repicaban por ellos el día del entierro.
Familias enteras mostraban su dolor a un muerto. Relaciones esporádicas y perversas que se asociaban el día de la muerte a llanto y plegaria creando la mayor ofrenda a la palabra hipocresía.
Un alcalde gordo y ciego bajo los cimientos, y bien muerto.

Padre Prior se enfurecía al ver cómo muchas de las personas allí enterradas, bajo los responsos del señor, adolecían de orgullo y buen hacer para ello.
-Pela, la hipocresía maneja un mundo injusto-.
Una patada al suelo, unas lágrimas a su amigo y un hueco al fallecido.

Locuelo, aún despistado.
Locuelo, a él nadie le ha avisado.

-Mundo hipócrita- continuó…

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