07 noviembre 2007

Capítulo 129

OJOS MIRANDO



Iran perdida en el espacio-tiempo de un lugar gris que apenas adivinaba a colorear- La muerte carece de color si no es el negro-
Muerte y más muerte en un mundo que pintaba de colores imposibles en un afán de felicidad y armonía y que tan sólo se cubría de muerte y pesadumbre. Una lágrima en sus ojos y otra en el lienzo. Salió de casa; necesitaba besar, querer, animar a un mundo perdido en la tristeza, en un invierno de frío sepulcral. El primero el mudo. Dos a un bibliotecario perdido hace tiempo en silencio y tres a dos pájaros hambrientos de amor.

El ocaso teñía por entonces la colina de color sangre. Un cuerpo inerte en sus faldas enrojecido por ríos de sangre y un lamento. Llantos de dolor por un crimen desgraciado.
Jonás, aún de rodillas, contemplaba la tristeza de una mirada.
Padre Prior con las manos en la cabeza, cayó al suelo. Estiraba su pelo cano con fuerza sin poder arrancarlo.
Sor Monja tapó los ojos del hijo sin nombre y Elisa rezaba a un muerto.

-¿Muerto?-
-Sí padre. Con su alma acabé tiempo atrás. Ahora, su cuerpo.

Guadalupe mojaba su cuerpo bajo agua. Sus manos acariciaban unos pechos perfectos a la vez que acompañaban su viaje por unas piernas infinitas libres de toda aspereza. Suavidad y tersura en un cuerpo agraciado para el pecado. El pelo hacia atrás mostrando unos ojos que, cerrados, alimentaban el exquisito cuidado de unas pestañas perfectas. Unos labios húmedos donde gotas de agua precipitaban al abismo y un cántico que acompañaba su baño; una melodía frágil, seductora.
Una ventana, seis ojos la contemplaban.

Iran en recuerdo de una infancia de infinitos colores…

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