18 septiembre 2007

Capítuo 93

LAGRIMAS AL VIENTO


Todos partieron de buena mañana hasta el cementerio. Con el enterrador encerrado, Padre Prior tomó la pala en sus manos y comenzó a cavar en camposanto. A cada palazo la gente correspondía con un llanto, como si vieran en sus ojos el golpe final asestado a la pobre cría.
Una vez resuelto el hoyo, dispusieron el resto. El sacerdote en salmos y la aldea en llanto.
A lo lejos se dejaba escuchar el repicar de las campanas acompañando el viaje final a la resurrección junto al Señor.
La madre con sus ojos en lágrimas, observando al infinito, el padre recogiéndola en sus brazos.

Un, dos, tres, cuatro, cinco y seis...

Con la tierra aún húmeda, regresaron a sus casas. La mañana era fresca y el viento del norte sacudía los rostros llevándose consigo las últimas lágrimas por la cría muerta.

Un, dos, tres, cuatro, cinco y seis.

-Ha sido bonito-
-No ha estado mal, la han colocado en buen lugar, junto a Don Alfonso-.
-Sí, ha sido una gran idea-
-Ahora deberíamos volver a casa a dar de comer a tu hijo-
-El bibliotecario las miró de reojo asintiendo-.
-Tienes razón hermana, es hora de que coma ya.-

Locuelo cuidaba del niño sin nombre. Una voz de alarma en forma de ladrido las alarmó.
Corrieron raudas y encontraron al niño dando sus primeros pasos.

-Ese es mi hijo-
-Es hora de que conozca ya la tumba de su hermano-
-Primero le daré de comer-

La tarde acechaba
el día acababa.

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