Locuelo era ya parte de una familia maltrecha por la desgracia.
Sus patas recogidas en escabechina y los ojos risueños.
Delante del fogón su dormir, reposando sus afiladas pezuñas en perfecta sintonía. tiki-taka, tiki-taka.
Sor Monja lo miraba y reía. Era un perro fiel, feo, pero cómodo.
Tan sólo el tiki-taka de sus afiladas uñas perturbaba la paz de una casa, por otra parte, en silencio continuo.
El niño sin nombre no lloraba, su madre ya ni rezaba y a Sor Monja le daba pereza.
- ¿Ha comido ya?-.
- No lo se, no he mirado-.
-No es cuestión de mirar, sino de dar-.
-Déjame tranquila, mira Locuelo, duerme-
El niño sin nombre no lloraba. Aguantaba el llanto del hambre en silencio. No quería llamar la atención sobre su pequeña persona.
El fogón en l

Una mosca llamó la atención de Locuelo. Su boca permanecía paralela al fogón y al reposo de una mosca mal nacida.
Un estornudo y un ademán. La mosca en vuelo-nada que hacer-.
-Este niño tiene hambre-.
-Qué sabrás tu!!. Ni que fuera tuyo...-
-Está comiéndose el mantel-
-Eso es que quiere jugar-
Sin asomo de Padre Prior.
Sin luna sino sol.
No hay comentarios:
Publicar un comentario