03 mayo 2008

Noventa + ocho

JOAD


Qué de prejuicios nos acechan, qué de fantasmas se nos aparecen en medio de la nada, en mitad de una conversación, y no nos dejan cumplir en paz con el propósito que no es otro que vivir.
Al fantasma le llamaré Joad -por respeto y porque no soy bueno con los nombres; Por fuente de inspiración para estas líneas y porque quiero.

Joad estaba sentado-¿O acaso permanecía de pie tan sólo mirando?- Ahora mismo no sabría decirlo. Cierto es que estaba, lo estuvo toda la noche. En silencio, sin decir nada, con su sola presencia.
Cierto es que hay quien se asusta, quien no entiende, quien lo padece. Yo mismo lo he padecido.
También es cierto que te acostumbras a él, a su rumor, al susurro. -No hay mas que escuchar cómo se dispersa en medio de la nada, en un mundo vacío, olvidado, o por olvidar-.

Cierto es que lo tememos sin preguntarle siquiera el por qué de su presencia, el por qué de tan incómoda visita, el por qué no parte a lugares donde su extraña apariencia deje de fustigar un corazón machacado.

Pero, y si el fantasma no es más que el precioso recuerdo, el maravilloso pasado, el susurro de un ayer?
Entonces miraríamos a los ojos al fantasma, sonreiríamos y le diríamos- gracias-.
Es cuestión de los ojos con los que mires, no más.

Joad, se que estás ahí … no me importa.


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