26 mayo 2008

Cien + 21

LA LOCURA


Me remangué los pies como lo hacían los antiguos- hasta los rodillos-
De un puntapié giré la peonza que, en giro lastimero, apenas dio tres cabriolés.
Apartado de lo corriente, un perro al lado. Sin nombre conocido y de ladrido sordo, me miró de reojo. Pena me dio y a casa lo llevé.
Allí, con Locuelo sobre el alfombrado del salón, dispuse de lo necesario; tres pelotitas y un poco de jamón.

El viejo no preguntó. Sacó su perezosa mano y lo acarició.
Me des-remangué los pies como los vampiros- a dentelladas- y recorrí la sala descalzo, en placer divino.
Ahí, perdido en un mar de dudas, esperando que damisela volviera a mis brazos.
Miré al cielo, retumbaba como la guerra - Cañonazos sin muerte, retumbes sin calaveras.-
El gris apareció, que no de tristeza, y en un sin saber por qué, mi corazón palpitó en secuencia.

Y así acaba el relato que, si extraño es, no deja de ser para pasar un rato.
Y rimando voy, rimando vengo, ya no me remango, pues laborando y... pensando...

Esperando un “hola”, sin café, sin más que una cosa, a poder ser.

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