13 mayo 2008

Cien + ocho

NADA PARTICULAR


Llamaron a la puerta, era Carlo que, colgado de pies propios, cabriolaba cual timbre de campana.
El viento, como aliado permanente, lo hacía girar en un sin cesar- como fiestas nocturnas-.
Lo paré no sin dificultad. El peso- en un increscendo de asustar- y la velocidad adquirida dificultaban el momento.
Una vez boca abajo, en la quietud de un cuerpo con los ojos a la virulé, en pose murcielaguesca, acertó a decir -buenos días-.
Le miré con sonrisa resignatoria y dejé la puerta abierta para que entrara cuando bien pudiera.
Aquel gesto importunó a Carlo que, aún colgado de pies propios dijo- tan sólo venía a saludar. Ya marcho, aprovecharé los vientos propicios-.
Cerré la puerta; al poco rato escuché -¡Ay!-

Entonces me acordé de Troya en la perpendicular de un camastro, incendiada, grandiosa, pervertida por sus fantasmas.

-Joder! A saber qué tendrá que ver Troya en todo esto-
-Cierto es, quizá un guiño-

Las rosas en la ventana, las amapolas en el viento, la sonrisa en su tez.

-Ahora de quien hablas?-
-Jejejeje-

Es hora de dejarlo aquí…

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