05 mayo 2008

Noventa + nueve

EL ROSTRO IGUAL


-Vaya cara tienes-
-Lunes-
-Cómo pasa el tiempo-
-¡Ya empezamos!-

De la felicidad al desasosiego- por emplear uno palabro cultureta- en no más de dos minutos.
Sí, imagino que nadie creerá lo que digo pero es así.

No más de dos minutos para cambiar el gesto de la cara, la mente de lugar, los ojos de órbita.
No más de dos minutos para que un grito de alegría acabe en silencio sepulcral.
No más de dos minutos para que una conversación agradable acabe en huída inesperada.
No más de dos minutos para pasar del todo a la nada.

Miré a Locuelo y, con gesto sonriente, hice ademán de salir con él a dar un paseo. Locuelo empezó a voltear su cuerpo, a dar brincos de alegría pero, en ese preciso momento, me entró la pereza. No habrían pasado más de dos minutos entre una decisión y otra.
Locuelo acabó con la cabeza gacha, arrinconado en la pared, con sus orejas confundidas en un manto de pelo y sus patas recogidas.

Y es que la vida es así, nos da y nos quita.
Y todo ello a veces en no más de dos minutos.

-Pues llevo escuchándote esa chorrada por más de dos minutos y tu cara sigue igual de terrible-
-Es que hay cosas que ni en siglos amigo-
-Ya veo ya-

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