07 mayo 2008

Cien + dos

OTRA MAÑANA PARA OLVIDAR


Pues mira que era miércoles y todo. Lo recuerdo bien.
En fin, aquel día fue curioso. Empezó con un despertar matutino especial.
Una hora antes de lo previsto, mi cuerpo estaba bajo el calor de la ducha.
Mis ojos, aún cerrados, confiados.

Al poco rato, tras la ducha, me di cuenta de que no se abrían.
Miré al espejo y, dos ojos tan hinchados como hinchantes, parecían querer mirarme, decirme algo.
El sueño no se desvanecía- si acaso, aumentaba por doquier-.
Pero todo parecía normal; el murmullo típico de cada mañana.

Miré como pude al torreón de un viejo campanario… había acortado una hora mi sueño.
Blasfemé e incluso dije – joder-.

El desayuno, tempranero. Todos repetían lo mismo- pronto vienes hoy- como recordándome sin cesar mi propio error.
Entonces, por fin, me di cuenta del error.

No se puede ser metódico.

-Y cómo es que no te diste cuenta?-
-Tu eres tonto o qué-

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