16 mayo 2008

Cien + doce

PALACIO


Ayer me encontré cenando en Palacio singular.
Y fue singular pues no era Palacio como el mío pero sus dimensiones lo hacían palidecer.
Con dos niñas pequeñas en cama- sin duda azotadas- y un salón con terrazo espectacular.
La señora, acomodada cual princesa; el príncipe, laborando en un sin parar- de escandalera.
-Acaso ello que escucho es un llanto?-
-Ya subo yo mi príncipe, una azotaina y a dormir, verás-
Y bien que digo cuando digo –subir- pues Palacio constaba de miles de pisos en perpendicular.
Media hora más tarde bajó la princesa con sus manos ensangrentadas.
-No había manera de que se callara la muy hija de puta- dijo.

En el ala sur, junto al cementerio particular, al lado de los columpios y la piscina cubierta, un olivo sin ramas nos miraba con la calma de quien se sabe longevo.
Ni un pájaro cantaba, ni un animal para animar.
Introducidos en un Txoco de tamaño crepuscular, cenamos e incluso reímos.
Sin llantos ni pompas fúnebres, tan sólo una azotaina- eso sí, un tanto peculiar-.

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