04 febrero 2009

DEDICADO

Ni rastro del frío y la nieve que habían pronosticado. La ciudad, vacía de almas en pena, despertaba con un sol nunca anunciado.
Nos encaminábamos hacia una primavera todavía demasiado lejana. 

Me senté con el firme propósito de escribir unas líneas que no fueran sino la base de un proyecto nuevo. Repasé los capítulos anteriores; La palabra " coherencia" sobrevino sin más aspaviento que una media sonrisa reflejada en un rostro todavía hinchado. 

Encaminé entonces mi escrito hacia lo más inusual, la pereza.
Sin saber por qué, un palabro como "coherencia" regresó a mi conciencia.

Comencé asi:
-María, te imagino enfundada en pantalon pijamero, camiseta y canguro. Con las gafas de aire intelectual, tus hijos y un porro.

Pude haber continuado sino fuera por la entrada repentina de una pereza común un lunes resaquero.
Me hice preguntas que se perderían en el viento.
Continué, batallando contra lo común, para proseguir en silencio:

Sentada en taburete móvil, rodado en sus patas, con las piernas cruzadas y el café humeando sobre la repisa que soportaba el ordenador.
Un sorbo, una calada y la caricia sobre la frente al retirar de nuevo su cabello. 

Concluiría acaso poniendo número al capítulo, a la coherencia, a la pereza.
Concluiría acaso sin número, sin coherencia, sin pereza...

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