25 febrero 2009

Capítulo 105

ESOS PIES TRAICIONEROS

Los pies lo arrastraron hacia el acantilado del viejo faro.

No había flores, ni vidrieras de colores; no había rasgos de felicidad, ni muecas, ni dolor; no había más que un horizonte, una frontera entre la vida y la muerte; una linea difuminada por cientos de colores que la escondían a los ojos de un cuerpo vacío.

En la cocina, un plato vacío, un café frío, una mujer que esperaba.

El viento azotaba con fuerza; la gabardina guardaba el viento, volaba con él en ceremonia final. Un sombrero en vuelo hacia el más allá, en caída libre, ligero hacia el fondo de un abismo finito. Los brazos desplegados, los pies todavía firmes enraizados a la tierra húmeda.

Recogió el plato vacío, dejó el café  sobre una mesa empapada en lágrimas.

Voló hacia el más allá con la conciencia tranquila; con la emoción del precipitar, con el pesar de lo vivido, con la pausa de ver toda una vida reflejada en un instante.

En la cocina, una mujer lloraba de negro junto a miles de brazos que la guardaban.

Una taza de café de más, siempre fría, fría por siempre.

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