28 febrero 2008

Treinta + cinco

SIN NOMBRE Y YA...


Un pajarito asomó su rechoncho cuerpo a través del ventanal. Gatuno, ágil él, de un salto de postgrado se lo comió. Una pluma en su boca, más no quedó.
-Pobre pájaro-
-Pobre sí, pero habéis de entender que es la ley de la oferta y la demanda-
Sin nombre todavía y muerto ya.
María lo miró con esa dulzura de ojos cuando te dice adiós. Nada que hacer por él.
Engullido en archipiélagos de ácido, alimento para otros que necesitan del comer como el humano para sobrevivir.
-¿Era mono?-
-No, he dicho que era un pájaro rechoncho. Apenas pude ver nada más de él-
El momento me aturdió y prometí que, mi casa, mis ojos, no serían por más tiempo testigo de la muerte, de la ley de la tierra, del ocaso de una vida.
Mandé a Carlo a comprar un desmigador que, ocioso él, no cesaba en el intento de ver más allá del vestido ajustado de María.
Partió por el tejo, un tanto a regañadientes y apareció en minutos con el objeto en cuestión.
Un palo largo maderoso y un final en pelo de caballo. Recogí cada migaja, cada alimento perdido caído a los ojos del hambre, de la muerte.
-Triste momento-
-Lo fue. Sin nombre y ya muerto-
Me quedé mirando el rostro de María. En lo más profundo de mi alma entonces sonó esta canción.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No me deja enviarte correos. No me digas que me has puesto en la bandeja de correos no deseados.

Muñekita

Anónimo dijo...

ese carlo es un pillo!