CUENTO SALVAJE
Nicolás era romano- de los de lejos- y Arturo- de nombre feo- judío, sin más.
Uno era medio alto y al otro le faltaba un palmo para llegar. Cometían fraudes y hacían repicar las campanas de la iglesia los domingos tarde. Eran como hermanos sin serlo.
Nicolás era romano, Arturo judío, sin más.
De pequeños, sin barba, alelados y como enjutos. Tras los fraudes, adquirieron ese semblante tan vulgar que tenían los personajes de su índole. Como enjutos y además lúgubres.
Uno romano, Nicolás, el otro judío, sin más y de nombre Arturo.
En los campanarios, en los templos, con su aspecto lúgubre y cuidando el uno del otro. Fabricaban miel también y, de ello, hacían honor a su piel- un tanto albaricocada-
Personajes muertos, pues los mataron a temprana edad. Con su tez verde muerte, en un rincón; ahí al lado, tan cercanos, enjutos y lúgubres como antaño...
Nicolás y Arturo también compraron ovejas en su día...
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