01 octubre 2008

Capítulo 11

DE CARNE Y FLORES

Era tarde, con la esperanza intacta de pasar mejor día que ayer, peor que mañana. Acurrucado en un laberinto de fuerzas mentales que estiraban a un lado y otro. Con los ojos de ese pájaro azoteril de mirada imperfecta sobre mis manos. Con el mirar imperfecto de las cosas perfectas, color rosa.

Corté el filete por la mitad, introduje una parte dentro de una bolsa y la metí al fondo de ella. El otro lo deje afuera, esperando su final, con la esperanza de aquella carne que nunca se pudre. Y recé para que no lo hiciera- no recé, figurado es-.

Era como una flor, siempre en flor, nunca marchita. Con el corazón enorme y el color de sus pétalos, una sonrisa.

Y me dejé de divagaciones cursis. Y vi el trozo, y lo sigo mirando cada día.

Y no, ni se pudre, ni la flor se marchita.

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