16 marzo 2009

Capítulo 129

MARGARITAS LA ADORNABAN

Su papel en mi vida era insignificante por cuanto no la podía tener.

Cuando la veía caminar era como escuchar una banda de música en la plaza de un fronterizo pueblo mexicano. Me transportaba hacia lugares donde jamás había estado- sino fuera en la imaginación de noches en soledad.-

Su cabello lo coronaban treinta y seis margaritas entrelazadas.

Sus caderas redondeadas por las manos del mejor escultor.

Pulidas y suaves por el viento, tamizadas por el sol.

Alejandra de nombre. Sueño la apellidé.

Cada día, con el cantar del primer gallo, a través de una ventana entreabierta, con un vestido blanco transparente a contra luz, cesta en mano, sonrisa en rostro.

Cada día, al ocaso, a través de una ventana entreabierta, desnudando su cuerpo...

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