09 marzo 2009

Capítulo 115

UN DOMINGO CUALQUIERA

Me desperté con una resaca de impacto y sin tabaco, primer error. Bajé a comparar al bar y comer algo, segundo error. Comí dos veces, tercer error y como colofón, merendé y cené... 

Empacho!!!- gritó un pobre crío apalizado por su madre-.

Sin duchar, con la cara de un muerto viviente y con pocas ganas de encontrar a nadie. 

Pero la vida no es lo que quieres sino lo que es y, donde pensé no encontrar más de veinte personas, fueron 1500. Todos miraron mi rostro, los ojos saperos, mi pelo imposible.

Me escondí al fondo de la barra con el único propósito de pasar desapercibido- complicado por mi aspecto-. Nada más lejos de la realidad. Cuando salió mi bocadillo de tortilla de jamón ya me habían invitado a comer. El bocadillo ahí, frente a mí; Media barra de grueso pan ante mis ojos y una comida posterior que no sabría cómo ingerir. 

En ello, la primera visita y luego, otra más. Todos venían a saludar al monstruo de bocadillo en mano.

Me recogieron viente minutos después. Ingerí lomo con pimientos verdes y ensalada. Mi panza ni se movía ya. Era un redondo duro y fijo donde rebotarían hasta el infinito mil bolas de billar. 

Siesta apaciguadora y dos palmeras de chocolate para empezar.

Ya en casa propia, tumbado y sin poder respirar, un café con tostadas y mantequilla, nada más.

Aquí estoy, vivo y empachado, sin apenas respirar, todavía sin cagar.

¡¡¡Empacho!!!!- gritó de nuevo el pobre crío con bofetón y sin rechistar-.

No hay comentarios: