04 diciembre 2007

Capítulo 164

POEMARIO


Y de aquellos posos, estos lodos. Y ni aunque fuera así, aquí lo es.
Y por todo aquello que pasó recibieron merecido y pan para comer.
Todos excepto uno, el hijo del alcalde que, como huérfano, ayunaba los martes y los viernes, rebeldes.- ¿Qué?-
Sin explicación.

Y recuerdo cómo agasajaron de vino y manzanas al muchacho en cuestión, que tenía nueve años, y desconocía lo que era el amor.
Es por ello que un tirano, de mala reputación, le llevó una dama para buena fornicación.
Con sonrisa maligna y extrema precaución, inició así al joven en el arte del amor.
Y alaridos de placer se escucharon, no era para menos, pues la dama lo fornicó hasta la extenuación.

Una sonrisa eterna en sus labios
Larga vida a las mujeres por Dios!

Y así acaba el poema y comienza la pena.
Pues fornicar endulza
Y mi palabra, altera.

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