02 octubre 2007

Capítulo 109

LUCIERNAGAS LUNERAS


Entró en la oscura cueva sin noticias del temor por lo desconocido. La humedad calaba sus huesos. Un aire fresco rodeaba su cuerpo con la insistencia del subnormal que no recibe lo que quiere. Apenas veía el destello flotante de luciérnagas luneras y escuchaba el aleteo de los murciélagos colgados como reo muerto tras su ahorcamiento.

Dio los primeros pasos cauteloso, sin prisa. A unos doscientos metros encontró lo que había ido a buscar.
Una gran cruz en el centro de una antigua caja de madera. Tomó de su bolsillo una llave oxidada por el tiempo y la introdujo con cuidado.
Un sonido vacío. La caja expulsó un aliento contenido por decadas, ansiosa de recuperar una brisa nueva.

Elisa sollozaba a la vez que tomaba en sus brazos al hijo dentado. Éste le sonreía y parecía que adivinara la tristeza en sus ojos pues le tomaba de la mano con la suya e incluso la acariciaba.
Aquello le parecía un sinsentido. Un niño dentado sí, pero por qué demonio?.

Sor Monja la recogía en un abrazo mientras cerraba sus ojos en llanto para no mirar a los ojos del diablo.

-No llores Elisa. No es tu hijo sino un enviado-.
-Por qué a mí hermana, por qué?- con un llanto sin aliento.
-Es tarde ya para lamentos, El Pela también ha muerto-.
-Y a qué viene eso ahora?.-
-Ni yo lo se. Quizá sea tan solo otro lamento-.

Sin pausa, en regocijo, Padre Prior a través de una oscura cueva tan sólo iluminada por luciérnagas luneras

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