14 enero 2010

ESOS OJOS ME MATAN; ME MATAN


Una techumbre grasienta amenazaba con caer sobre la cabeza de cualquier cliente incauto.

Hola- me dijo de pronto como si nos conociérmaos de toda la vida.

Era un personaje peculiar, en un bar peculiar.

El serrín húmedo que solapaba el suelo desprendía un olor particular en la estancia, y los clientes, excepto los incautos, fijaban su mirada sobre la techumbre de un local de otro tiempo.

Ahí estaba él, mirándome como si jamás hubiera visto unos ojos verdes en su vida.

Respondí con un gesto divino y volví la mirada al techo.

Minutos después, ante la insistente mirada del personaje en cuestión, farfullé.

No hizo más que imitar mis gestos y decir en una última instancia- verdes-.

Asentí con parsimonia y orgullo; Sonreí ante el baile del incauto que, por no mirar al techo, resbaló hasta la muerte.

Fue la última vez que lo vi. El personaje murió en un baile imposible por unos ojos verdes que, quizá, no merecieran tanto.

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